El pasado 4 de febrero de 2024 se llevaron a cabo las elecciones generales en El Salvador, dando como resultado la victoria de Nayib Bukele con un respaldo mayor al 80% de los votantes. El punto controversial de esta situación radica en el hecho de que, en primera instancia, la Constitución de El Salvador señala que no es admisible la reelección inmediata; sin embargo, la Corte Suprema dictaminó que Bukele podía presentarse en un segundo mandato. Por su parte, el presidente señaló en su discurso del domingo que “la democracia es que los salvadoreños decidimos cómo nos queremos autogobernar”. Bajo este escenario, la presente columna de opinión girará en torno al siguiente cuestionamiento: ¿Es admisible una reelección inmediata en favor de la representación?
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Nayib Bukele ganó las elecciones del domingo pasado con el respaldo de 2,6 millones de votantes del total de 3,2 millones que participaron. Con estas cifras, en primera instancia es posible admitir que la ciudadanía en El Salvador se siente representada con el candidato de Nuevas Ideas, Nayib Bukele. Sin embargo, el punto de controversia surge a partir de que estas elecciones se llevaron a cabo con un candidato que ya ejercía el cargo de presidente de la República. Algunos especialistas consideran que estas elecciones difícilmente pueden ser consideradas como justas, alegando que Bukele controla la Asamblea Legislativa y el Poder Judicial tal como los estadistas Daniel Ortega y Evo Morales (El Comercio, 2024). Es a raíz de esta problemática que nos cuestionamos si es admisible una reelección inmediata en un sistema democrático con miras a una representación mayoritaria de la población, en este caso, El Salvador.
La representación ha sido tema de interés para los diferentes países latinoamericanos, puesto que en gran parte de ellos los mandatarios cuentan con poco o casi nulo apoyo por parte de los ciudadanos. En el Perú, la actual presidenta, Dina Boluarte, cuenta con una desaprobación mayor al 80% de los encuestados según el último informe del Instituto de Estudios Peruanos (IEP, 2024). Del mismo modo, los demás países latinoamericanos no están exentos de esta situación. El caso de El Salvador resulta ciertamente peculiar dado que se encuentra en un escenario internacional donde la fragmentación de los representantes con los representados es bastante notorio.
Bukele ha desarrollado una política nacional, aunque cuestionable para algunos organismos internacionales, capaz de hacer frente a las pandillas que dominaban casi la totalidad del territorio salvadoreño. En consecuencia, tras la desarticulación de las pandillas y alcanzar altos índices de seguridad nacional, la imagen de Bukele se posicionó como un representante de las necesidades del pueblo, a diferencia de los ex mandatarios que poco o nada hacían para enfrentarse a los criminales. En estas últimas elecciones, los partidos políticos Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y Alianza República Nacionalista (Arena), antes principales partidos que ejercían poder en la Asamblea Legislativa y Ejecutiva, no llegaron ni al 10% del total de los votos. Con estas cifras, podemos afirmar, en primera instancia, que gran parte de la población no confía en la gestión de estos partidos y que por tanto prefieren la reelección de un presidente por más cuestionable que esta sea a nivel constitucional. Entonces, ¿Sin la participación de Bukele en las elecciones, el pueblo salvadoreño tendría que decidir por el mal menor? ¿La gestión de los partidos FMLN y Arena habría correspondido a la representación que se exige?
Estos partidos, FMLN y Arena, cuando estuvieron en el poder negociaron con las cúpulas de poder de las pandillas Mara Salvatrucha y las facciones del Barrio 18, otorgando beneficios a los encarcelados a cambio de una reducción en los asesinatos en las calles, señaló The New York Times (2020). Empero, estos partidos políticos también hicieron treguas para conseguir beneficios electorales, de modo que incluso en el 2016 uno de los líderes pandilleros del Barrio 18 aseveró que todos los partidos buscaron acercarse a ellos. Como resultado, encontramos a un país con funcionarios que en vez de buscar erradicar a las pandillas, prefieren usarlos como una “herramienta electoral”.
La organización Amnistía Internacional ha señalado su preocupación tras la reelección de Nayib Bukele, puesto que este escenario podría profundizar la crisis de los derechos humanos durante su segundo mandato. “La comunidad internacional debe permanecer vigilante y utilizar todos los recursos y mecanismos a su disposición para detener y revertir los abusos y la violencia estatal que ponen en riesgo la situación de derechos humanos de El Salvador”, señaló Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional. Asimismo, considera que el modelo de gobierno de Bukele promueve la “violación masiva de derechos humanos y la evasión de mecanismos de rendición de cuentas, tanto a nivel nacional como a nivel internacional” (Amnistía Internacional, 2024).
Por su parte, las Naciones Unidas (2023) han señalado al plan de Bukele como un “modelo que no sirve”. Este organismo internacional considera que para encontrar soluciones sostenibles y a largo plazo se requiere “abordar las causas profundas de la violencia de las bandas como las desigualdades sociales, la marginación y la falta de políticas sociales y de gobernanza eficaces”. De manera general, los principales organismos internacionales consideran que la gestión del gobierno de Bukele atenta contra los derechos humanos y es insostenible a largo plazo; por consiguiente, desde su punto de análisis, la reelección de Bukele solo prolongaría los problemas sociales enraizados en El Salvador.
Conclusión:
En conclusión, el plan de Bukele es cuestionable desde diferentes perspectivas políticas y sociales a nivel internacional, especialmente en el área de los derechos humanos. Sin embargo, considero impropio señalar a su gobierno como semejante al de Nicolas Maduro en Venezuela. De igual manera, es poco preciso sostener que Bukele ha desmantelado los requisitos de una democracia. Está claro que el plan Bukele es imperfecto y que requiere algunos ajustes para que a largo plazo sea sostenible y no vulnere los derechos humanos. Aún así, los resultados electorales han demostrado que la ciudadanía en El Salvador aprueba la gestión de Bukele a pesar de sus deficiencias y aceptan una reelección inmediata incluso si ésta es vista como inconstitucional. Por lo tanto, considero admisible una reelección en El Salvador en tanto se busque afrontar no solo los problemas de la seguridad nacional, sino también en crear una agenda pública que atienda las necesidades sociales, económicas, políticas y culturales.
Referencias bibliográficas:
CNN en Español (2024). Discurso completo de Bukele para proclamarse ganador de las elecciones presidenciales en El Salvador.
El Comercio (2024). La reelección de Bukele.
Instituto de Estudios Peruanos (2024). Informe de Opinión - Enero 2024.
Naciones Unidas (2023). El Salvador debe respetar los derechos humanos incluso durante el estado de excepción.
The New York Times (2020). En El Salvador todos han negociado con las pandillas.
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