Ni de la Iglesia, ni del Estado
Ni del marido, ni del patrón
Mi cuerpo es mío y solo mío,
Y solo mía la decisión
En el marco de la semana del 28S (Día de la Acción Global por la Despenalización del Aborto), es fundamental recordar la razón por la que las mujeres, transmasculinidades, personas no binaries e intersex con capacidad de gestar, luchan cada día. La marea verde alza la voz por el reconocimiento de nuestros derechos sexuales y reproductivos ya que, somos nosotraes y nuestraes compañeraes quienes a diario se encuentran en riesgo de morir por la inacción del Estado y los prejuicios sociales-religiosos que limitan nuestro acceso a un procedimiento abortivo en condiciones dignas. En ese sentido, exigimos políticas nacionales que nos permitan y garanticen acceder a un aborto legal, seguro y gratuito; que salvaguarden nuestras vidas y que no nos expongan a morir en la clandestinidad por decidir sobre nuestras cuerpas. Más allá de cuestiones científico-biológicas se trata de una situación compleja que debe ser analizada tomando en cuenta los diferentes factores sociales que llevan a concebir un embarazo no deseado.
Evidentemente reconocemos los argumentos que aluden al inicio de la vida, no obstante, es muy irresponsable tener una perspectiva tan reduccionista y utilitarista sin considerar la relación entre poder acceder a un aborto y el respeto a nuestra autonomía. Debemos de ser capaces de vivir nuestra vida sexual consensuada y responsable sin que necesariamente esté ligada a nuestra reproducción. Por ende, el fin en sí mismo de nosotraes o nuestro objetivo como personas con capacidad de gestar nunca debería ser vivir un embarazo porque somos más que nuestra facultad de lograrlo. Somos más que las premisas de los mandatos sociales patriarcales que nos destinan como instrumento de crianza y maternidad y definitivamente no necesitamos de ello para que se valide nuestras identidades en el sistema estereotípico de género. Por sí mismxs somos personas con autonomía y fines propios.
Retrocediendo un poco, aún cuando puede parecer no relacionado, existió, según la Teoría de la Reproducción social, un lazo de conveniencia entre los orígenes de la penalización del aborto y el sistema capitalista. La prohibición del acceso a decidir sobre nuestras cuerpas no fue y es más que un medio para controlar la natalidad, así como perpetuar la producción y reproducción de la clase obrera. En esa misma línea, las mujeres, transmasculinidades, enbys y personas intersex con capacidad de gestar no son solo explotadxs por su condición de trabajadorxs, sino también por tener útero y contar con la facultad de transitar procesos biológicos que favorecen la conservación de una clase subyugada a los intereses político-económicos de las hegemonías. En otras palabras, las/les/los trabajadorxs deben satisfacer los objetivos burgueses produciendo plusvalor y, al mismo tiempo, procreando nuevas generaciones de obrerxs que suplan sus responsabilidades cuando no sean “funcionales” para evitar el desequilibrio del sistema. Esto es evidencia de la violencia sexista (que se remonta a la acumulación originaria y a la división sexual de trabajo), implantada en la sociedad que trata de disponer sobre nuestras decisiones y deslegitimar la agencia que tenemos en la discusión del asunto; así como la apropiación de nuestra capacidad reproductiva para el beneficio y la perpetuación de la jerarquía de clases.
Otro factor influyente en la penalización y el punitivismo a la práctica de la interrupción voluntaria del embarazo fue y es la religión. Esto se remonta muchísimo tiempo atrás con la caza de brujas, quienes no solo eran perseguidas por ser sabias, y la condena de ellas por ayudar en el ejercicio del aborto bajo la idea de “atentar contra la reproducción natural del ser humano y ofrecer las almas al diablo”. De esa forma, se satanizó y sancionó de maleficium a quienes apoyaban a otras compañeras a elegir sobre el curso de su embarazo. No obstante, regresando en el tiempo, no fue ni es solo eso, sino la persistencia de ideas que consideran el aborto como “asesinato” o “pecado” y que asignan el rol cuidador a los cuerpos feminizados así como la pertenencia de estos a los varones cisheterosexuales y a Dios. La religión es una fuente de poder capaz de legitimar discursos y construir realidades que mantengan jerarquías de dominación tanto que es “indiscutible”
A pesar del punto de vista religioso antes mencionado, es deber de las entidades públicas garantizar el cuidado de nuestras vidas. Eso significa dejar de lado premisas cristianas/católicas/demás que impiden el acceso a la interrupción segura y estigmatizan a quienes desean realizarla. Un Estado laico tiene como misión el proteger los derechos básicos y no construir leyes sobre premisas creyentes que se exijan a quienes no comparten esa línea de pensamientos. Un gobierno que busca el bienestar de sus ciudadanxs se encarga de proporcionar servicios de calidad ante las necesidades de la población y responder a las problemáticas que genera la clandestinidad. Que el Estado reconozca nuestra autonomía física y mental es un punto clave para nuestra emancipación de las autoridades patriarcales.
La cuestión del aborto no está separada de factores de clase y raza. Es imposible comprender la magnitud del asunto si no tomamos en cuenta que son, en su mayoría, mujeres, chicos trans, no binaries y personas intersex pobres y racializadxs quienes sufren por la penalización. Esto no significa que aquellxs con un mejor acceso a recursos no sean violentadxs, sino que es necesario comprender los diferentes espacios en los que cada une se encuentra. Impedir el acceso gratuito convertiría nuevamente el acceso a la salud un privilegio y no un derecho. Dicho de otra forma, la legalización sin el carácter de gratuidad sólo sería funcional como medida de elección de la maternidad para las clases altas y sería un limitante para aquellxs que no cuentan con recursos socioeconómicos para poner en práctica su libre derecho a decisión. La lucha por la despenalización es interseccional a la conciencia sobre la lucha de clases y decolonial, y que no sea comprendido de esa forma es clasista y racista.
Como consecuencia de ello, las mujeres e identidades disidentes con capacidad de gestar luchan a diario por el acceso digno a un aborto legal, seguro y gratuito acompañado de la educación sexual integral y la eficiente promoción de anticonceptivos. Nuestra liberación política no es lograble mientras que no seamos capaces de ejercer nuestra autonomía decidiendo sobre nuestras cuerpas, no es posible si no se maneja de la mano con la liberación sexual y el despojo de las ideas patriarcales-capitalistas que quieren dominar nuestros úteros, sus capacidades y, en general, los cuerpos AMAN. Frente a ello, alzamos las voces y marchamos; accionamos y resistimos a diario hasta que la marea verde invada todos los países, se mencione nuestra existencia y controlemos y reivindiquemos nuestros derechos reproductivos y sexuales. Sea la razón que sea (violencia, fallo de anticonceptivos, falta de información, etc.), siempre será más que suficiente el no querer transitar por un embarazo para que todxs podemos acceder a un aborto en un espacio seguro y con el correcto acompañamiento.
¡SERÁ LEY!
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