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¿Qué tan intercultural es la PUCP?: un manifiesto para poner el tema en la agenda

Foto del escritor: Michael EncaladaMichael Encalada
Kananmi munarani willaykuyta ñuqaykumanta... No entiendes, ¿verdad? Está bien, no es tu culpa. La responsabilidad reposa sobre la inexistente política de interculturalidad en la PUCP.  En este texto busco poner en la agenda el tema de la falta de diagnóstico sobre la auto identificación étnica, el problema invisible de la discriminación, la compleja situación de lxs estudiantes de provincia y la falta de espacios institucionales en la universidad para afrontar estos temas.

Escribir sobre estudiantes indígenas en la universidad es, al mismo tiempo, una reflexión personal y colectiva. Personal debido a que, quién escribe es orgullosamente un estudiante quechuahablante proveniente de una pequeña comunidad campesina en los Andes huancavelicanos; que tiene la posibilidad de estudiar, y ser un estudiante destacado, en la mejor universidad del Perú gracias a Beca 18. Colectiva debido a que ofrezco mi voz a los tantos estudiantes indígenas que tienen el privilegio de contar con la posibilidad de cursar estudios superiores; pero, especialmente, busco siempre representar a aquellos y aquellas a quienes la fortuna neoliberal les dio la espalda: jóvenes sin estudios superiores que engrosan nuestras cifras de pobreza extrema. 


Para ser buenos académicos, dado que los indígenas pensamos y somos intelectuales, empezaremos con la definición de la interculturalidad. Primero, el concepto de interculturalidad tiene una doble definición: realidad de hecho y proyecto ético-político. Es una realidad de hecho porque describe la relación entre personas que proviniendo de culturas diferentes comparten espacios comunes y se influencian mutuamente. Ahora bien, esta dimensión no se debe confundir con la definición de cultura porque con interculturalidad se hace alusión a que estos grupos culturalmente diferentes se ven obligados a “convivir, a compartir espacios geográficos y sociales comunes de modo cotidiano, permanente, duradero e intensivo” (Ansión, 2009). Al mismo tiempo, es un proyecto ético-político de largo plazo porque lucha por la construcción de una convivencia en paz, la búsqueda de justicia y democratización que promueva una convivencia pública de respeto y reconocimiento cultural. Pero es mucho más que la simple tolerancia o el respeto al otro, la interculturalidad, según López (2012), “es voluntad de convivencia, fuente de dinamismo individual y social, y diálogo fecundo, gozoso y mutuamente enriquecedor entre culturas y pueblos diversos”. Por tanto, la noción de interculturalidad se entiende como la relación continua y de influencia mutua entre diferentes culturas que conviven en un espacio compartido. 


Asimismo, la interculturalidad no es una visión exclusivamente para indígenas (o en su defecto para estudiantes indígenas universitarios), sino que es un proyecto ético-político para toda la comunidad universitaria. La universidad, entendida desde sus orígenes como universitas, “universal, para todos”, es el espacio físico y simbólico propicio para la puesta en escena de la interculturalidad. El papel de la universidad para la construcción de una sociedad intercultural es fundamental porque la institución misma representa a la convivencia, el ser-con-otros-en-el-mundo, que nos constituye como sociedad. Por ende, se debe apostar por una política institucional para la interculturalidad, para hacer de la PUCP, no solo la mejor universidad, sino la mejor universidad intercultural e inclusiva para que toda la comunidad universitaria sea reconocida en sus diferencias y aceptadas como tal, en su específica particularidad. 


Ser indígena universitario: la falta de diagnóstico sobre la auto identificación étnica 


El año pasado tuve la oportunidad de asistir al CADE Universitario y al inicio de la ponencia de la profesora, Mariela Noles Cotito, investigadora y docente universitaria afroperuana que labora en el CIUP e investiga temas de racismo, realizó una pequeña encuesta artesanal con la audiencia. Cotito formuló la siguiente dinámica: “levántense de su asiento quienes tengan abuelos indígenas”. La mayoría de la audiencia estaba de pie, y reconocía su origen indígena. El número de personas en pie fue disminuyendo conforme la pregunta se acercaba a padres indígenas, y estudiantes que hablarán alguna lengua indígena como primera lengua. Ello me hace reflexionar.  Sucede la extraña sensación de que cuando uno es estudiante indígena, creo que no encontrará a otro estudiante indígena en un espacio tan elitista, clasista y castellanizante como la universidad. Pero si uno hace el esfuerzo de búsqueda se encuentra con un wayki cotabambino o una puneña quechua estudiando economía, una ñaña shipiba-konibo estudiando lingüística, una politóloga awajún, una kukama decolonizando la antropología. Pero, el problema está en que la universidad tiene una ceguera sistemática frente a los estudiantes indígenas


Desde el Censo 2017, el INEI incluye una pregunta sobre la autoidentificación étnica que nos ha revelado un país arguediano de todas las sangres. Sin embargo, la universidad no ha incluido hasta ahora la pregunta sobre la auto identificación étnica en el formulario que rellena obligatoriamente los cachimbos PUCP. Tampoco lo realizan en las llamadas de seguimiento a egresados PUCP. En consecuencia, la universidad no cuenta con un diagnóstico claro y completo sobre la situación de la interculturalidad en la PUCP. 


Universidad racista: problemas de discriminación étnico-racial, lingüística y de clase 


El problema de la discriminación es una realidad cotidiana en el país. Cada tanto un peruano desprecia a otro, como lo muestran las crónicas del escritor cholo Marco Avilés. Pero, la cuestión de fondo que nos interesa está en la siguiente pregunta: ¿es racista la PUCP? Esta es una pregunta de carácter existencial para una universidad que resalta como uno de sus valores la “interculturalidad y diálogo”. 


Mi planteamiento es que, en el caso excepcional de los estudiantes indígenas que logran ingresar a la PUCP, ellos afrontan conflictos complejos en sus relaciones sociales y culturales con los otros sujetos dentro del espacio universitario. La mayoría de los estudiantes indígenas sufren discriminación de tipo étnico-racial y/o étnico-lingüístico. Por una parte, la discriminación étnico-racial implica el trato diferenciado y excluyente hacia una persona motivado por su origen étnico-cultural (costumbres) y/o sus características físicas (fenotipo). Se evidencia en los mandatos del “blanqueamiento” durante la interacción entre los estudiantes o estudiantes-administrativos, donde el color de piel juega un rol importante como medida de estatus social de los sujetos. Por otra parte, la discriminación étnica-lingüística se da cuando se defiende la superioridad de una lengua estándar, el castellano, y la inferioridad de una lengua vernácula, el quechua, aimara u otra lengua indígena. En nuestra universidad, la práctica más común de este tipo de discriminación es el repudio al ‘motoseo’: el castellano mal hablado. Este aspecto se ha convertido en un rasgo para jerarquizar a las personas, siendo que un estudiante indígena está condenado a la exclusión social. Las consecuencias nocivas de todo esto es que entre los estudiantes indígenas se presentan altos índices de deserción o abandono educativo, obtención de bajas calificaciones, dificultades adaptativas y crisis identitarias motivadas por las relaciones sociales e inter-culturales. 


Provincianxs en Lima: el problema invisible de la migración universitaria 


El tema de la interculturalidad no solo afecta a estudiantes indígenas, sino que lo sufren en carne viva los estudiantes que provienen fuera de Lima. En un contexto, donde la gran mayoría de la población universitaria proviene de las diferentes regiones del Perú (o en su defecto son hijos de migrantes de primera o segunda generación), es preocupante la falta de una política universitaria para velar por el bienestar del estudiantado provinciano. Este tema es muy amplio, tanto que excede los fines de este texto, pero quiero llamar la atención sobre su relación con la interculturalidad. 


Ser estudiante migrante en una ciudad como Lima es la peor experiencia universitaria. La PUCP puede hacer mucho por garantizar el bienestar de sus estudiantes con programadas que mi admirada colega y camarada Fátima Estrada ya ha recalcado en un texto anterior. Reproduzco aquí un fragmento de su excelente alegado para que “nuestros derechos no se negocien”: 


el derecho a la educación no involucra meramente tener docentes capacitados/as, infraestructuras modernas y completas, laboratorios adecuados, materiales, mallas actualizadas y que respondan a las necesidades, espacios de estudio suficientes entre otras cosas enfocadas en “lo académico”. En realidad, la educación implica también el derecho a una alimentación digna, espacios de descanso, espacios de recreación y ocio, espacios seguros y libres de violencia, espacios libres de discriminación por razón de género, procedencia cultural, capacidades diversas, etc. Implica en su totalidad preocuparse por el bienestar integral de sus estudiantes (Estrada, 2024). 

Extraviados en tontodromo: la falta de espacios institucionales para enfrentar el tema de la interculturalidad 


Cuando se habla de temas de interculturalidad, las soluciones simplistas y superficiales saltan a la vista. Pero quiero dejar en claro que, los estudiantes indígenas no queremos cartelitos en lenguas indígenas, nombres quechuas en sus proyectos de RSU ni una reinvidicación de un jueves cultural instrumentalizando las danzas indígenas. Los cartelitos son excluyentes en dos sentidos. Primero, si se va a colocar un cartel en quechua para que diga Yachanawasi en vez de universidad, ¿dónde quedan las otras 47 lenguas indígenas? ¿acaso tendremos 47 cartelitos para nombrar un solo elemento?  Es ilógico en cualquier sentido. Segundo, la mayoría de las lenguas indígenas son ágrafas, es decir, sus hablantes en su mayoría no saben escribirlo o leerlo, como si escucharlo o hablarlo. Entonces, ¿Quién va a leer sus carteles o anuncios “inclusivos” escritos? Si se quiere realizar proyectos de difusión de las lenguas indígenas, la mejor opción es lo audiovisual, donde el protagonista sean personas indígenas, con subtítulos para no ejercer discriminación lingüística inversa contra el castellano. 


Asimismo, se necesita una reforma y reorientación de los espacios institucionales realmente existentes dedicados a los temas interculturales.  Tanto la DAES, como la DACU, deben pasar de superficialidades superficiales, a incluir de manera compleja y completa los principios de la interculturalidad en el funcionamiento institucional. Y dejemos atrás los “cartelitos” y “bailecitos”. Los estudiantes indígenas queremos un verdadero reconocimiento político, económico e intelectual. El cambio debe comenzar por la promoción de un conocimiento no-colonial ni extractivista de los saberes indígenas, y la consolidación de intelectuales indígenas que piensen sus intereses y problemáticas.


Tinkunanchiskama.

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