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¿Qué implica ser hombre? Amateur: una historia de masculinidad y boxeo

Foto del escritor: Nicolás Del CarpioNicolás Del Carpio

¿Qué es ser un “hombre de verdad”? ¿Hay un vínculo entre masculinidad y violencia? Amateur se plantea y busca resolver estas preguntas.



Amateur, titulada en español, “Un hombre de verdad”, es una historia íntima y de descubrimiento de Thomas Page McBee, un hombre trans, que entrena para pelear en un combate benéfico en el Madison Square Garden, la más grande casa del boxeo. La historia recoge sus memorias como amateur en este deporte (antes de inscribirse al gimnasio nunca había boxeado antes) y también como amateur desenredando y construyendo su propia masculinidad tras comenzar su transición hormonal.

Es así que, el autor examina desde sus vivencias en el boxeo tópicos como el peso de la violencia masculina, la omnipresencia de los estereotipos de género y las limitaciones de la masculinidad convencional.

“Tommy”, como lo apoda su entrenador, comienza su transición física siendo ya un adulto: a los 30 años. Y, como él mismo nos cuenta, aunque estaba preparado para los pinchazos y para que su cuerpo se adapte al hombre que siempre fue; no estaba preparado para los límites que la sociedad, a través de la concepción tradicional de la masculinidad, - aquello llamado “ser un hombre de verdad”- le iba a imponer a él y a su manera de expresarse. Como menciona: “Atravesar la pubertad a los 30 años fue tan desconcertante como clarificador, sentía que estaba en lo que los psicólogos llaman una 'caja de hombre’ [...] me sentía muy limitado en mi capacidad de expresarme, de ser yo mismo, por la respuesta que recibía culturalmente". Es así que, a lo largo de las poco más de 100 páginas del libro, Thomas reflexiona sobre la socialización masculina y nos da una visión crítica de situaciones que muchos de nosotros, varones, tenemos normalizadas: la distancia física, el no mostrar debilidad, la cercanía a través de la violencia.


Omnipresencia de los estereotipos de género


McBee describe su proceso de tránsito como experimentar la socialización masculina en un tiempo récord y en plena adultez, lo que le permite ver qué le está pasando. Y, una de las confesiones más llamativas que nos hace es que caminando por el mundo en su cuerpo ahora visiblemente masculino, notó que le tocaban menos. No sólo sus amigos, sino incluso sus familiares cercanos ya no le abrazaban después de la muerte de su madre. Y, en contraposición a esa escena familiar, encontró en el gimnasio de boxeo un espacio donde las personas se tocaban de otra manera. No era sólo su cuerpo y sus puños chocando con los de otro hombre. Ellos, a diferencia de en otros lugares, se sentían cómodos dándole un abrazo o pasándole un brazo por los hombros. Ello, al igual que varios otros momentos del libro nos deja con una lista de preguntas, ¿Por qué, como hombres, solo nos sentimos libres de demostrarnos cariño a través de los deportes? ¿Por qué, muchas veces, los estadios son los únicos lugares donde vemos a nuestros padres, hermanos o amigos llorar?

Otro aspecto sobre el cual reflexiona son los micromachismos.

Por ejemplo, menciona - en una de las frases que más me impactó de todo el libro - “Cuando mi voz se volvió más grave, ellos escucharon”. Y comenta cómo, de repente, la gente empezó a escucharle de verdad, en lugar de hablar por encima de él en las reuniones o interrumpirle todo el rato. Contrastar eso con su experiencia de vida previa en la que diciendo exactamente las mismas cosas le era difícil ser tomado en cuenta le hace ser dolorosamente consciente de las desigualdades que viven las mujeres en el día a día. Sin embargo, también confiesa lo rápido que cae en este nuevo privilegio masculino y la frecuencia con la que empieza a hablar e interrumpir a las mujeres ahora que se le considera con más autoridad. Cuenta una anécdota que le avergüenza: él y su hermano interrumpieron a su hermana en una conversación sobre boxeo, a pesar de que ella sabe más que ellos, y fue necesario que la novia de Thomas se lo señalara más tarde para que él se diera cuenta. Al final se disculpa, pero no sin antes luchar durante un tiempo con la idea de que los hombres nunca deben disculparse por nada. También medita sobre cómo en su trabajo de periodista le aceptan las propuestas de artículos con más facilidad basándose en su "potencial", algo que nunca le pasó antes de su transición.


El peso de la violencia masculina


Iba por un helado a la bodega de la calle Orchard cuando reparó en que habían abierto un nuevo restaurante, sacó su teléfono para enviarle una foto a Jess, su novia, cuando un “¡Eh!, ¿Le has hecho una foto a mi puto coche?” le hizo olvidar lo que quería hacer. Era el tercer altercado en el que, sin buscarlo, se veía involucrado en los últimos meses. Pero, lo que resultó más sorprendente para Thomas fue los pensamientos que cruzaron por su cabeza ante la aparente inminencia de una pelea callejera y la manera en la que terminó reaccionando a la situación:

“Los hombres no corren”, “No. Le. Estaba. Haciendo. Una. Foto. A. Tu. Puto. Coche”, “Cuando él apretó los puños, yo también apreté los míos”.

¿Qué motiva a alguien que nunca ha boxeado a anotarse a una pelea benéfica? En el caso del autor es su intento de comprender la violencia masculina, aquella violencia que le asustó reconocer en sí mismo en el evento de la calle Orchard, a través de las intimidades de un deporte donde el golpearse es la norma, ¿Cuáles fueron sus hallazgos? En el ring, pelear consiste, principalmente, en aquello que haces cuando te están dominando: lanzar un derechazo cuando ves un gesto de debilidad, alejarte y alzar la guardia si el otro boxeador si es que está confiado y agresivo. Fuera del ring, la masculinidad hegemónica se construye de la misma manera, ejerciendo dominio y control sobre masculinidades subalternas, disidencias, mujeres e infancias. Pues la manera “tradicional” de componer la masculinidad se basa en tres ejes: no ser mujer, no ser homosexual y no ser un niño. Ejes sumamente dañinos puesto que implican una desconexión de muchos actos amorosos y de disfrute, así como de no gozar nuestro espectro de emociones.

Es importante reconocer que la presión de ser masculino de forma activa [...], es decir, actuar, hablar, gesticular y encarnar la masculinidad es un constructo nocivo del que debemos desprendernos.

Finalmente, recomiendo a todos/as/es la lectura de esta novela pues es un testimonio interesante de las desigualdades de género que imperan y marcan nuestra vida en sociedad. Más allá de eso, expone, interroga e incómoda muchas conductas masculinas que configuran nuestra cotidianidad. Leerlo resultó un ejercicio de cuestionamiento de mi propia relación con la masculinidad y mis interacciones con otros varones. Además, de mi interacción con mujeres y personas de género diverso. No hace mucho, me encontraba caminando en el tontódromo con un amigo y surgió la pregunta de qué hace un hombre a un hombre. Tras una conversación que duró de letras a ingeniería, llegamos a una especie de respuesta:

todos somos amateurs, todos somos principiantes descubriendo los elementos del arquetipo de hombre qué deseamos para nosotros mismos.

Sin embargo, es nuestra responsabilidad interpelarnos y deconstruir ciertos estereotipos y conductas para colaborar en la construcción de espacios seguros y equitativos para mujeres y diversidades.




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