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Navegando hacia el futuro de la PUCP: Una decisión determinante

Foto del escritor: Andrea AmpueroAndrea Ampuero
Nos encontramos a puertas del desarrollo de las elecciones donde se decidirá al equipo rectoral que guiará el rumbo de nuestra universidad hacía la nueva década.  Este contexto resulta bastante particular por la conformación de las listas en competición, lideradas por actuales autoridades. Esto debe implicar no sólo una crítica más profunda respecto a la evaluación de sus respectivas gestiones sino una exigencia mayor en cuanto las propuestas y forma en las que piensan materializarlas. La organización de la PUCP es más compleja de lo que parece y responder a los desafíos que se presentan requiere de liderazgos claros, que tomando en cuenta la diversidad de actores, pueda priorizar las necesidades de una comunidad universitaria que se encuentra en constante cambio. Necesitamos una mirada que permita reforzar las bases internas y paralelamente pensar en un crecimiento externo. Una universidad completa para el Perú y el mundo solo será posible si primero consolidamos nuestras fortalezas y resolvemos nuestras propias carencias.


Andrea Ampuero


Estudiante de 7mo ciclo de Ciencia Política y Gobierno. Representante Estudiantil ante el Consejo Universitario (2023), integrante de la comisión de Asuntos Académicos del Centro Federado de Estudios Generales Letras (2022). Actual Directora de Eventos del Laboratorio de Estudios Sociales LES - PUCP y miembra del Movimiento político universitario Unión Estudiantil UNES - PUCP




En las próximas semanas se tomará en la PUCP una de las decisiones más importantes para su futuro, por ende, para el nuestro como estudiantes, y en general para toda la comunidad universitaria. A puertas de desarrollarse la elección del nuevo equipo rectoral, cabe preguntarnos no solo hacia dónde queremos ir, sino también dónde nos encontramos y cómo hemos llegado hasta aquí. Un barco no solo necesita una buena ruta o un buen capitán para llegar a su destino, sino que hacen falta, sobre todo, buenos tripulantes que puedan aconsejar a quién está al mando y hacer notar cuando no se está siguiendo la ruta. Pero, claro está que atravesaríamos menos padecimientos en el camino si conociéramos quién está al mando y, mejor aún, si tuviésemos la posibilidad de haberlo elegido. Hoy esa posibilidad es una realidad, podremos elegir al próximo rector que guiará el camino de nuestra universidad hacia la nueva década. ¿Qué opciones tenemos? ¿Acaso es mejor una que otra? ¿Cuál es la mejor para la PUCP?


Antes de aproximarnos a responder estas preguntas, primero debemos hacer un repaso por la historia reciente de la PUCP. En lo que va del siglo, la universidad ha atravesado distintos momentos críticos. Como cualquier gran navío, ha estado expuesta a distintas tempestades, algunas más fuertes que otras, pero todas con grandes implicancias: los conflictos con la Iglesia, el problema por el cobro ilegal de las moras y la pandemia han marcado el rumbo de nuestra universidad  en los últimos años. De todas estas situaciones, hemos salido a flote, como dice nuestro lema institucional, “Et Lux in Tenebris Lucet” (la luz brilla en las tinieblas). No obstante, atravesar estas dificultades no ha sido una tarea fácil, pero, sin duda, ha dejado grandes aprendizajes. La universidad que somos hoy, es en parte producto del ayer y lo que seremos mañana será el resultado de nuestro presente. 


Ahora bien, el futuro que nos espera tiene dos escenarios posibles Uno de ellos liderado por Julio del Valle, actual decano (reelecto) de la facultad más grande de la universidad, Estudios Generales Letras, y el otro liderado por Carlos Garatea, actual rector. Ambas alternativas son sumamente particulares. Por un lado, tenemos a una autoridad que ha sido reelegida con un gran apoyo estudiantil y por el otro a una autoridad que busca su reelección. Ciertamente dirigir una facultad no es igual a dirigir una universidad, así como tampoco es lo mismo hacer esto último por segunda vez. Hay grandes desafíos que ambas listas tendrían que enfrentar al ponerse al frente del manejo de nuestra institución y la forma cómo lo harían está plasmada en sus planes de trabajo, cuyos aspectos relevantes revisaremos a continuación. 


Para cualquier líder o político, enfrentar una reelección es quizá una de las experiencias más retadoras, ya sea que haya desempeñado una buena o mala gestión. Siempre hay cosas que se pudieron hacer mejor o errores que pueden ser remarcados. El caso del actual rector parece tener ambas cosas. Partiendo de que esta gestión estuvo marcada por la pandemia, la evaluación que se puede hacer en cuanto al cumplimiento de las propuestas que desarrolló en su anterior plan de trabajo no es del todo completa. Las circunstancias obligaron a ejercer una política de respuesta a la crisis, reduciendo el margen de acción para el desarrollo de lo inicialmente planteado. Sin embargo, esto fue impedimento para que se reflejara una visión de universidad y una modelo de gestión en la forma de responder ante el momento crítico donde se priorizaron algunos aspectos y se dejaron de lado otros. 


A lo largo de estos cinco años, se han implementado una serie de políticas en pro de una mejora no solo a nivel de la calidad educativa que recibimos en las aulas, sino respecto a la experiencia integral que tenemos desde que ingresamos a la universidad. No se puede negar los avances que existen en distintas áreas de la universidad, pero tampoco se puede obviar las falencias que han surgido de manera paralela a  proceso. Una de estas y probablemente la más notable ha sido en el aspecto comunicacional. No basta hacer cosas, si es que estas no se comunican eficientemente se pueden tomar como inexistentes. En esa misma línea, la relación distante que ha tenido el equipo rectoral actual con los estudiantes de a pie también han sumado a esta baja visibilidad de su trabajo y sentir de lejanía. Adicionalmente, otra gran falencia se ha manifestado a nivel administrativo cuyo impacto podemos observar directamente, , falta de espacios de estudio, de enchufes, insuficiencia de los servicios de alimentación, etc. 


Habiendo abordado esto y adentrándonos en lo propuesto en el Plan de trabajo presentado por la lista, podemos afirmar que hay planteamientos e ideas bastante retadoras. Particularmente, lo concerniente a una reforma de la Dirección de Asuntos Estudiantiles, la creación de una Oficina de Deportes global, la adscripción de la OIGD al Rectorado y la reorganización del Vicerrectorado de Administración, son propuestas que merecen atención porque responden a demandas planteadas por los propios estudiantes y que buscan responder a necesidades latentes. Algo que debe reconocerse es que la experiencia otorga una gran ventaja al momento de identificar la mirada macro de los problemas de la universidad así como para mapear las posibles respuestas a estos. Sin embargo, en cuanto al equipo de trabajo que pondría en acción estas propuestas, más allá de la experiencia profesional, poco conocemos sobre el manejo político  de las dos personas que se suman a los actuales rector y vicerrector de Investigación.


Decía líneas arriba que manejar una facultad no es lo mismo que manejar una universidad porque, ciertamente, no lo es. Nuestra universidad es más compleja de lo que podemos imaginar: actividades, modificaciones en los planes de estudio, programas de internacionalización, todo, desde lo más pequeño, involucra una larga serie de procesos para su puesta en marcha, una gran burocracia. Esto lo reconoce la lista de Julio del Valle, la cual en su plan de trabajo menciona la necesidad de crear las condiciones para garantizar los cambios pertinentes en los procesos administrativos de la PUCP.


Un gran distintivo de esta lista es sin duda su cabeza, quien tiene una gran cercanía con los estudiantes. La legitimidad ganada con el diálogo es una característica de la forma de gestión del actual decano de EEGGLL. Respecto a los integrantes de la misma, podemos decir que no son rostros nuevos, tres de los cuatro integrantes son actuales decanos. Sin embargo, al mismo tiempo que esto puede significar una fortaleza por la experiencia en gestión, inserta la duda  respecto a la situación en la que se quedarían estas tres facultades con  una eventual victoria de su lista. En cuanto al equipo en su conjunto, resulta llamativa la forma en cómo se ha logrado unir visiones particularmente distantes respecto a ejes claves en el desarrollo de la universidad. 


Una universidad completa que esté orientada a responder con creatividad los retos que la coyuntura actual demanda, una en donde el conocimiento generado se ponga a disposición del país para generar su desarrollo, una en donde sus estudiantes sean los mejores, no solo profesionalmente, sino también en su ámbito cívico, estudiantes comprometidos con su país, esta es la visión de universidad que tiene la lista. Indudablemente, esta aspiración la podemos compartir todos los que conformamos la comunidad universitaria. Lo particular se encuentra en el cómo se piensa llegar a esa completitud.


Lo que plantea inicialmente esta lista es lograr una “inversión responsable” de los recursos para mejorar la experiencia de los estudiantes, cubriendo sus necesidades inmediatas de infraestructura y tecnología para luego darle paso a la posible creación de la facultad de Ciencias de la Salud. Esto último es una apuesta institucional más que desafiante, pues aunque se pueda coincidir en la necesidad de ampliar los horizontes de nuestra universidad de cara al crecimiento de la oferta educativa, aún hay áreas que necesitan ser saneadas antes de construir nuevas. Hacer que convergen las respuestas a estas dos necesidades no es una tarea fácil cómo tampoco imposible.


Ambas propuestas tienen visiones claras, más parecidas de lo que incluso se piensa. La diferencia quizá se puede encontrar en el planteamiento de la forma de materializar sus propuestas: una ha hecho quizás mayor énfasis en la ruta y la otra en las acciones concretas. No podríamos decir que una es mejor que la otra, eso quedará a consideración de cada quién, pero lo que sí podemos hacer es enunciar la necesidad de que nuestra universidad cumpla con satisfacer los requerimientos de una educación que se va enfrentando cada vez a mayores desafíos. Para ser una universidad completa para el Perú y el mundo primero tenemos que ser una universidad para quienes la integramos, una que responda a las necesidades de su propia comunidad. No es posible avanzar hacia afuera si aún no se termina de construir el camino dentro.


Hasta aquí hemos abordado las tres interrogantes planteadas inicialmente, pero surge una más cuya respuesta sabremos el 21 de junio ¿Cómo decidirá la PUCP? Aunque al inició, de manera intencional, mencioné que teníamos la posibilidad de elegir, la verdad es que esa responsabilidad recae únicamente en los miembros de la Asamblea Universitaria. En este espacio los que deberán transmitir primariamente nuestro sentir como estudiantes serán los REA´s, por lo que resulta importante que nos involucremos en los espacios propuestos para transmitir nuestras exigencias y señalar la importancia de la emisión de un voto responsable, uno que más allá de cuestiones subjetivas priorice una visión que manifieste una clara ruta que permita a la PUCP seguir navegando, con mejores herramientas, mejores tripulantes y con mayor preparación para los desafíos que puedan presentarse en el futuro.


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