Letras, Ciudadanía y Política: El sentido de pertenecer
- Maria Fe Laus
- 2 ago
- 7 Min. de lectura
Hay lugares que no se encuentran en los mapas, sino en los vínculos.

LCP para mí, así como para muchos fue un espacio sin guiones ni indicaciones, pero lleno de personas, discusiones, decisiones y emociones. Postulé sin saber mucho, como entrando a lo que después se vuelve importante, con muchas dudas e incertidumbres, temores e inseguridades pero con el corazón abierto y expectante a lo nuevo y a lo desconocido. De pronto había pasado la selección y ya estaba ahí, asumiendo responsabilidades, tomando decisiones y sintiendo que las palabras “política”, “ciudadanía” y “colectivo” ya no eran solo conceptos ajenos, sino parte de una rutina que se construía y se reforzaba día a día. Este mensaje no es solo una despedida, ni un homenaje. Es un intento de guardar memoria y, recopilar con palabras, todo lo que LCP fue y sigue siendo para mí: un lugar donde aprendí a estar, a pedir, a decir, a dudar… y a quedarme.
Los inicios

Letras, Ciudadanía y Política fue creado hace 10 años, no solo como una agrupación, sino como un espacio formativo, político, social y cultural. Un lugar donde entras antes de saber bien qué es la ciudadanía y cómo se relaciona con la política, pero sin darte cuenta ya los estás ejercitando. Mis primeros días en LCP fueron una mezcla de emoción y miedo, era como ser espectadora en una película que no terminaba de entender totalmente pero que me intrigaba conocer. Tuve la suerte de estar rodeada de personas con ideas fuertes, personas que parecían saber qué es lo que querían y qué pensaban, que parecían haber encontrado su voz y su lugar.
Al inicio yo no sabía si la política era para mí, ni siquiera la terminaba de entender totalmente, la percibía como algo ajeno y no sabía si me estaba perdiendo de algo importante al no ser parte de las grandes discusiones. Empecé en LCP desde mi tercer ciclo y con 17 años, al empezar a asumir responsabilidades entendí que pertenecer a LCP no se trataba solo de ser parte de una ideología o de un grupo cualquiera, sino de asumir una carga colectiva. Las decisiones no eran solo ideas abstractas sino compromisos reales y tangibles, las pequeñas tareas que debía realizar se sentían como si el futuro dependiera de ello. La idea de política y ciudadanía me sonaban enormes y confusas, pero me di cuenta que no se trataba solo de grandes discursos o logros.
Está en los detalles, en las pequeñas acciones que se realizan en conjunto y en el compromiso real que aunque parezca invisible, marca la diferencia y hace que todo siga funcionando.
Discrepar como forma de aproximarnos: Una nueva mirada hacia la política desde LCP
La carga fue real y pesada, sin embargo, fue definitivamente una de las experiencias más formativas y liberadoras que viví. La política en la universidad y en la sociedad en general suele ser un terreno complicado y honestamente aterrorizante. No porque falten ideas o pasiones, sino porque muchas veces existe el miedo a ser malinterpretado, a que tu opinión no encaje con las expectativas del resto, a ser señalado o incluso, y como le encanta a nuestra sociedad, a ser “funado”. En la universidad, las dinámicas sociales son muy intensas y las discusiones a veces pueden tornarse tan polarizadas que la idea de querer expresar tu opinión o argumentar tu punto de vista puede sentirse como un riesgo en el que la opción de callar y guardar todo lo que uno piensa a veces parece la idea más segura. De alguna manera, en LCP eso cambió. Fue como recibir una sensación de alivio y bienvenida.

No era solo una agrupación que hablaba de política, sino un espacio donde cada voz contaba, donde se valoraba el simple hecho de expresar una opinión sin importar lo que el resto pensara e incluso mejor, que se celebraba la diversidad de opiniones. Estaba rodeada de personas con diferentes perspectivas, pero en un lugar en el que las ideas no se imponían sino que se compartían y discutían. Llega un momento en el que la política debe dejar de ser una batalla por la aprobación ajena y el cumplimiento de los supuestos estándares impuestos en todos y convertirse en un proceso colectivo de escucha, diálogo y sobre todo, de aprendizaje mutuo.
Fue, quizás, el primer paso hacia una política que no temiera al conflicto, sino que la abrazara como una oportunidad de, finalmente, construir algo en conjunto. Y tras más de 2 años y medio siendo parte de LCP surge la idea de pertenecer y construir comunidad, el ámbito universitario a veces suele ser un poco duro, y encajar parece algo complicado, ante ello veo el pertenecer como algo que transforma, no se basa en compartir alguna ideología o realizar una acción conjunta, sino en el sentimiento de estar donde debes estar. Pertenecer aquí fue aceptar que la política no está allá afuera, no está solo en el Estado o el congreso como creía, sino que está arraigado a nuestra vida cotidiana, está en lo pequeño, en lo incómodo y en lo colectivo.
No era solo una agrupación que solamente hablaba de política, sino un espacio donde cada voz contaba.
Mucho más que política
Pero además del tinte político, en LCP también pude desarrollar otro lado que a veces parece perderse un poco, el aspecto cultural y social. Encontrar un lugar en el que no todo lo que se hablaba sea de política sino que también había un espacio en que podías desarrollar otros temas, como historia, cine, filosofía, poesía... fue definitivamente un abrazo al corazón de la literata frustrada que llevaba dentro. De algún modo el arte, e incluso me atrevería a decir que las carreras de humanidades pasaron a un segundo plano y las verdades pasiones fueron desplazadas por carreras más “serias”, en LCP encontré el espacio para desarrollar aquel lado que antes no había podido, encontré un espacio en el que no solo estaba permitido sino que además era celebrado y reconocido. Desde ese lugar, lo marginado o minimizado era visto como un medio para crear comunidad, desarrollarnos y celebrar el amor por las letras y el arte, algo que no había podido encontrar en ningún otro lugar.

Es por ello que LCP no solo tiene un espacio para boletines, reseñas y efemérides, sino que promueve eventos y encuentros culturales que permiten reflexionar y expresar colectivamente, porque además de ser seres políticos, también somos seres sociales y culturales. Pero además de actuar también debemos hacer lo inherente al ser humano, que es sentir y sensibilizarnos. Porque en una sociedad en la que todos corren y compiten, es bueno parar unos minutos y reconocer de lo que estamos hechos, de lo que somos y formamos parte. Al mirar atrás, en mi tiempo dentro de LCP, veo más que actividades, eventos y artículos, veo una comunidad que se fue formando, que a pesar de sus imperfecciones y diferencias, construía día a día una forma de entender la política, la vida universitaria y sobre todo el sentido de pertenencia. Pero no es solo el ser parte de algo, sino de tener la oportunidad de elegir, la libertad de opinar, de equivocarse y sobre todo de aprender.
En un mundo universitario en el que todos gritan para ser escuchados, a veces empuja a otros al silencio, LCP fue un refugio.
Mi experiencia
Ahora, al alejarme de la agrupación siento que mi experiencia, como la de tantos otros, debe seguir enraizada en las futuras generaciones de LCP. Creo que el pertenecer no necesariamente es un proceso estático ni una posición cómoda, es una dinámica constante de aprendizaje, retos y compromiso. Si tendría que dejar un mensaje claro sería: no tengan miedo de cuestionar, de mover las estructuras, de dejar una marca durante su paso, todo aquello que tanto me aterraba, fue lo que aprendí en LCP, el lugar en el que encontré el espacio de poder sentir que finalmente pertenecía. Si algo he aprendido en todo este tiempo es que, en la vida universitaria, en la política y en la vida en general, lo único constante es el cambio y que no debemos temer al empezar de 0, ya que es en esos momentos donde se generan las verdaderas transformaciones. La vida universitaria no es algo que sea capaz de explicar en términos absolutos y sencillos, es un espacio muy complejo, de aprendizaje contínuo y de experimentación, de equivocarse y de crecer, donde hay tantas posibilidades que los caminos parecen infinitos.

Si bien LCP dejó una huella en mí, espero también de alguna manera haber dejado mi huella aquí. Sin duda alguna, fue un periodo bastante complejo, marcado por personas maravillosas y experiencias que siempre llevaré conmigo. Sin embargo, también hubo momentos difíciles en los que consideré abandonar todo. Creo que, al final, esos altibajos son parte de lo que lo hizo tan significativo. Si todo hubiera sido perfecto todo el tiempo, tal vez ahora no me daría tanta nostalgia despedirme. Lo que LCP me dió nunca lo perderé, de alguna manera siento que me ayudó a encontrar mi lugar en la universidad e incluso a forjar mi personalidad superando mi miedo a cometer errores. Lo que aprendí no se limita a unas páginas o documentos de Drive, sino que queda en las discusiones que seguirán y en los proyectos que vendrán. Lo importante es que quienes lleguen, no lo vean sólo como un espacio de discusión política, sino también como un espacio en el que puedan redefinir lo que significa el compromiso, la ciudadanía y la política.
Creo de corazón que todos deberían vivir lo que es estar en LCP, aunque sea una vez en la vida. El sentido de pertenencia que experimenté allí debe seguir vivo. Que sigan persiguiendo lo que les apasiona, porque al final, eso es lo único que nos queda y lo que nos impulsa a seguir adelante, tanto como personas como estudiantes: nuestra pasión por lo que realmente amamos. Espero que siga siendo el refugio y la plataforma para quienes buscan transformar la realidad y actuar, sin miedo ni reservas, pero siempre con la conciencia de construir colectivamente, sin importar las diferencias. Dejar LCP se siente cómo despedirse de una parte de mí que se fue formando paso a paso durante todo este tiempo. Fue un proceso de reconocimiento y de aprendizaje, pero también debo reconocer que fue un soporte fundamental en mis primeros ciclos.

Ahora siento que no solo estoy dejando una agrupación o una actividad extracurricular, sino que estoy dejando Letras por segunda vez, con la diferencia de que esta vez es más consciente y profunda. Es el adiós a una fase que definitivamente marcó mi vida universitaria, un adiós a esa seguridad y aceptación que experimenté desde el principio, y a ese espacio que me brindó la oportunidad de desarrollarme en lo que me apasiona, sin presiones ni expectativas.
Dejar LCP es cerrar un capítulo que siempre llevaré conmigo, acompañandome en cada paso que dé.
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