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Las reglas del juego han cambiado: Repensando el futuro de la política universitaria en tiempos de crisis

Foto del escritor: Tommy MontesTommy Montes
¿Estamos dispuestos a transformar la política universitaria para hacerla más inclusiva, participativa y transformadora, o seguiremos atrapados en dinámicas de división y egocentrismo?

Las reglas del juego han cambiado, y con ellas, la forma en que entendemos y hacemos política universitaria. Este no es un ensayo complaciente sobre el gremio estudiantil ni una oda nostálgica al pasado; es una invitación a cuestionar lo que somos, lo que hemos hecho mal y lo que aún podemos construir.


Hace unos días, Javier de Belaunde, presidente de la FEPUC en los años 67-68, compartió sus recuerdos sobre las hazañas estudiantiles de su época. Habló de un gremio que era más que un espacio de representación: era una fuerza que articulaba esfuerzos colectivos, movilizaba a la comunidad universitaria y exigía cambios reales. Al escucharlo, no pude evitar preguntarme: ¿Qué hemos perdido en el camino? ¿Por qué hoy el gremio estudiantil, que antes representaba esperanza y acción, se siente estancado y distante? Y, lo más importante, ¿Tenemos el coraje para cambiar esta realidad?


¿Cuál es nuestro espacio?


Es momento de enfrentarnos, con valentía y sin excusas, a nuestras contradicciones más profundas

La Federación de Estudiantes de la PUCP, los Centros Federados y la Representación en general, hoy enfrenta una crisis de legitimidad que no podemos ignorar. Hemos fallado en construir un espacio que convoque, incluya y motive a los estudiantes. En lugar de ser un motor de transformación, nos hemos convertido, muchas veces, en un terreno de disputas internas, sectarismos y gestiones superficiales. Hemos replicado dinámicas que deberíamos combatir, creando un ambiente hostil que desalienta la participación. Hemos permitido que el sectarismo, la rivalidad y la polarización dominen el panorama. En lugar de valorar nuestras diferencias como oportunidades para crecer y construir, las usamos para dividirnos y enfrentarnos.

Hemos permitido que el sectarismo, la rivalidad y la polarización dominen el panorama.

Esta desconexión no solo nos aleja de los estudiantes; nos aleja de nuestro propósito. Los estudiantes no se sienten representados porque, en muchos casos, no hemos sabido conectar con sus necesidades, inquietudes y aspiraciones. Hemos perdido la capacidad de inspirar, de movilizar, de construir comunidad desde la acción y no solo desde el discurso.


Reconociendo a quienes hacen política universitaria


En medio de este panorama desolador, es importante reconocer a quienes todavía apuestan por la política universitaria. Hay jóvenes que, a pesar de los obstáculos, deciden involucrarse y asumir roles gremiales, enfrentándose a un sistema que parece diseñado para desalentar la participación colectiva. Estas personas traen consigo una energía que podría ser transformadora, pero que rápidamente se ve minada por dinámicas de exclusión, críticas prematuras y la falta de espacios formativos adecuados.


Por otro lado, están quienes ya han recorrido este camino. Su experiencia es valiosa, pero muchas veces permanece desconectada de las nuevas generaciones. Existe una división preocupante entre el ímpetu de los nuevos representantes y la sabiduría de quienes ya han acumulado aprendizajes. En lugar de tender puentes, perpetuamos esta desconexión, debilitando al gremio como colectivo.


Hay jóvenes que, a pesar de los obstáculos, deciden involucrarse y asumir roles gremiales, enfrentándose a un sistema que parece diseñado para desalentar la participación colectiva.

El cambio real solo será posible si logramos superar estas divisiones. Los jóvenes necesitan ser escuchados, apoyados y guiados, no desalentados por críticas o dinámicas excluyentes. Quienes tienen experiencia, por su parte, deben estar dispuestos a compartir sus aprendizajes de manera generosa, reconociendo que cada generación enfrenta desafíos únicos que requieren soluciones nuevas.


¿Cuáles son nuestras problemáticas actuales?

La fragmentación interna y la desconexión con los estudiantes son solo dos de los muchos desafíos que enfrentamos. La percepción de irrelevancia del gremio estudiantil no surge de la nada; es el resultado de años de gestiones que no han sabido responder a las necesidades de la comunidad universitaria. Carecemos, además, de espacios formativos que preparen realmente a los representantes. Muchos terminan sus gestiones sin comprender la profundidad de su rol, sin entender qué significa el cogobierno o cómo articular propuestas viables.


"El cambio no será fácil, pero es necesario. Y si tenemos el coraje de intentarlo, de enfrentarnos a nuestras propias limitaciones, estoy convencido de que podremos construir algo verdaderamente transformador.

El contexto actual exige aún más de nosotros. En un mundo marcado por la inmediatez y el individualismo, necesitamos una política universitaria que sea capaz de adaptarse a las nuevas dinámicas, que sepa dialogar con una generación que demanda acciones concretas y no solo discursos.


Hacia una política universitaria transformadora

A pesar de todo, sigo creyendo en el potencial transformador de la política universitaria. Pero esto no ocurrirá por inercia ni por simple voluntad. Requiere un trabajo profundo, crítico y colectivo. Necesitamos reconstruir nuestras estructuras, no desde el romanticismo del pasado, sino desde una mirada crítica que reconozca nuestras fallas y apueste por soluciones concretas.



Hacer Federación no es solo gestionar recursos o cumplir con tareas administrativas. Es resistir frente a un sistema que desalienta la colectividad. Es aprender a construir desde nuestras diferencias, a escuchar, a proponer, a actuar con coherencia. Es entender que la representación estudiantil no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para generar cambios reales.


Una reflexión final: ¿Estamos listos?


"La pregunta no es si podemos cambiar la política universitaria. La pregunta es si estamos dispuestos a hacerlo."

El gremio estudiantil puede y debe ser un espacio de organización, defensa y transformación. Pero esto no ocurrirá si seguimos atrapados en nuestras dinámicas de división, egocentrismo y complacencia. Es momento de enfrentar nuestras contradicciones con honestidad, de aprender a construir desde el desacuerdo, de volver a poner en el centro lo colectivo sobre lo individual.


La pregunta no es si podemos cambiar la política universitaria. La pregunta es si estamos dispuestos a hacerlo. Si podemos reconocer nuestras fallas sin caer en la autocomplacencia. Si podemos construir una comunidad donde todas las voces importen, donde el aprendizaje y la acción vayan de la mano. ¿Estamos listos para este reto? Creo que sí. Pero el tiempo para actuar es ahora. Cada día que dejamos pasar, cada oportunidad que dejamos escapar, es un paso más hacia la irrelevancia.



El cambio no será fácil, pero es necesario. Y si tenemos el coraje de intentarlo, de enfrentarnos a nuestras propias limitaciones, estoy convencido de que podremos construir algo verdaderamente transformador

¿Estamos listos para este reto? Creo que sí. Pero el tiempo para actuar es ahora. Cada día que dejamos pasar, cada oportunidad que dejamos escapar, es un paso más hacia la irrelevancia. El cambio no será fácil, pero es necesario. Y si tenemos el coraje de intentarlo, de enfrentarnos a nuestras propias limitaciones, estoy convencido de que podremos construir algo verdaderamente transformador. Algo que nos devuelva el orgullo de ser parte del gremio estudiantil y que inspire a las generaciones que vendrán después de nosotros.


 

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