En el año 2024, la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) llevará a cabo la elección de su Rector y equipo rectoral, como cada cinco años. Este acontecimiento trasciende la mera formalidad administrativa, pues establece la hoja de ruta de la institución para los próximos cinco años, proyectándola hacia el horizonte del 2030.
Es fundamental analizar las acciones y desafíos internos y externos que enfrenta tanto la gestión actual como el próximo equipo rectoral. Se debe adoptar una perspectiva crítica y constructiva, examinando no solo el conjunto de la comunidad universitaria, sino también aspectos específicos como la calidad académica, la infraestructura, la comunicación institucional, el bienestar estudiantil y la relación con la sociedad.
Solo al comprender plenamente el contexto actual y los desafíos que enfrentamos, estaremos preparados para plantearnos la pregunta fundamental: ¿Cuál es la Universidad que queremos ser? Este ejercicio introspectivo debe involucrar a todos los miembros de la comunidad universitaria para garantizar una voz, es decir, un equipo rectoral, que pueda llevar adelante nuestros valores institucionales y un compromiso sólido con la mejora continua de la PUCP.
Cada cinco años, la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) celebra la elección de su Rector y el equipo rectoral, un acontecimiento de vital importancia para nuestra institución, especialmente dada la situación actual. Es relevante recordar que el actual gobierno rectoral fue establecido después de la gestión temporal liderada por el Dr. Efraín Gonzales de Olarte, quien ejerció el control de la universidad en medio del escándalo del 2018 relacionado con moras ilegales y la renuncia de gran parte del equipo rectoral de ese entonces (RPP, 2018).
Abordar la próxima elección de autoridades en la PUCP no es solo un trámite administrativo; es un momento crucial que marcará la trayectoria de la universidad en los próximos cinco años. Aunque la responsabilidad recae en la Asamblea Universitaria, es imperativo que toda la comunidad participe en el análisis de los desafíos internos y externos que enfrentamos. Nos invita a reflexionar: ¿Cuál es la Universidad que queremos ser? Esta pregunta subraya la importancia de que cada miembro de nuestra comunidad esté informado y contribuya a definir el rumbo de nuestra institución. Solo así podremos asegurar una voz unificada en torno a nuestros valores y un compromiso constante con la mejora de la PUCP.
La misión y el propósito de la PUCP como una institución educativa y espacio de formación integral resuenan con vigor en estos momentos. Las palabras del Padre Jorge Dintilhac, uno de los fundadores de nuestra universidad, en su discurso inaugural, nos recuerdan la responsabilidad inherente a la labor universitaria en la formación de los futuros líderes de la sociedad (PUCP, 1917). En este contexto, es crucial abordar el proceso de elección con seriedad y compromiso, reconociendo a cada miembro de la comunidad universitaria como una pieza esencial en la creación y el mantenimiento de una comunidad que trasciende la mera enseñanza.
En este artículo se abordan áreas de crucial importancia que demandan la atención del próximo equipo rectoral. Desde mi perspectiva como ex representante de los estudiantes ante el Consejo Universitario, considero que los esfuerzos actuales de la gestión rectoral no han abordado completamente estas necesidades. La promoción de la interdisciplinariedad, una gestión óptima de la diversidad académica, la garantía del bienestar integral de los estudiantes y el establecimiento de una comunicación efectiva y estratégica son aspectos prioritarios. Además, desafíos como el enfoque de género, la participación estudiantil en el cogobierno y el gremio, y la vinculación activa con la sociedad requieren ser enfrentados con determinación y compromiso, un desafío que el nuevo equipo rectoral debe tomar con diligencia y efectividad.
Es esencial destacar que hago estas observaciones sin tener la intención de menospreciar el valioso trabajo realizado por la gestión rectoral actual. Reconozco especialmente los esfuerzos realizados en la adaptación a un contexto sanitario que ha tenido un impacto global, como lo es la pandemia, así como los avances en el modelo educativo, la innovación en la enseñanza y los destacados logros en las diversas comisiones institucionales. Además, valoro profundamente el compromiso en temas como la responsabilidad social, el apoyo a los estudiantes y la mejora continua de la comunidad docente.
El papel del Rector y el equipo rectoral es fundamental para el curso de la Universidad. Su función principal es liderar iniciativas de mejora y cambio en beneficio de la institución (PUCP, s.f.). Trabajan en conjunto con el sistema de gobierno universitario, establecido por la Ley Universitaria y nuestro estatuto, que involucra a diversos miembros de la comunidad en procesos de deliberación. El equipo rectoral, junto con otros actores como los directores académicos y el consejo universitario, desarrolla y supervisa políticas que aseguran una educación integral de calidad, basada en los valores institucionales. En resumen, gran parte de los servicios que recibimos como estudiantes dependen de su gestión.
Es fundamental resaltar la necesidad urgente de aprovechar plenamente la amplia diversidad de disciplinas que nuestra institución ofrece. Desde las humanidades hasta las ciencias e ingenierías, pasando por las ciencias sociales, las artes, las comunicaciones y mucho más; nuestra universidad ofrece una amplia gama de carreras. A pesar de los avances significativos logrados con el nuevo modelo educativo, las actualizaciones de las mallas curriculares en algunas facultades, la formación de competencias, la creación de las concentraciones y la importante presencia de los Estudios Generales, es crucial señalar que esta diversidad académica no siempre se aprovecha ni se gestiona de manera óptima.
La integración de diversas disciplinas representa un desafío complejo que demanda estrategias eficaces para fomentar su interrelación. Es fundamental establecer políticas y directrices concretas que impulsen la interdisciplinariedad, trascendiendo la mera intención para pasar a la acción efectiva. Un hito significativo en esta dirección es la introducción de un curso integrador entre Estudios Generales Letras y Estudios Generales Ciencias con un enfoque ambiental (EEGGLL, 2024).
La página oficial de la PUCP resalta la aspiración de que el Modelo Educativo sea ampliamente reconocido y adoptado por toda la comunidad (PUCP, 2023). Sin embargo, para lograrlo será imprescindible no solo comunicar, sino también respaldarlo con experiencias tangibles que inspiren confianza en un modelo educativo que no solo atienda las demandas del mercado laboral, sino que también aborde los desafíos sociales de manera innovadora, dejando una impronta distintiva de la PUCP.
Para alcanzar este objetivo, será necesario desarrollar una comunicación persuasiva que trascienda la mera exposición de hechos y se enfoque en convencer a la comunidad, especialmente a los estudiantes, sobre la relevancia y el valor que este modelo aporta a su formación integral.
Por otro lado, es crucial resaltar las disparidades académicas que se observan en el progreso entre las diferentes carreras, facultades y departamentos dentro de la institución. Mientras que algunas áreas enfatizan la actualización de sus planes de estudio, la integración de temas innovadores, la búsqueda constante de acreditaciones internacionales y la atracción y retención de talento docente, estas prioridades no se mantienen consistentes en toda la institución, lo que genera brechas que deben ser abordadas de manera proactiva.
Por esta razón, el próximo equipo rectoral debe llevar a cabo un exhaustivo diagnóstico y adoptar medidas concretas en relación con los avances y retrocesos de cada facultad. No se busca interferir con la autonomía de las unidades académicas, sino más bien proponer proyectos que impulsen el progreso en sus procesos formativos. Es esencial que las autoridades universitarias brinden apoyo y supervisión para asegurar una oferta educativa más equitativa y reducir las disparidades existentes.
Es evidente que este desafío no se limita únicamente al ámbito académico, sino que también implica aspectos administrativos. Existe una falta de sincronización entre muchas facultades y departamentos, y parece que algunas disciplinas no reciben la atención prioritaria que merecen, tanto por parte de sus autoridades internas como a nivel universitario.
Como ya hemos mencionado, la diversidad de disciplinas conlleva una responsabilidad adicional: garantizar una oferta educativa de calidad. Una muestra tangible de esta discrepancia es la brecha en cuanto a la accesibilidad y calidad de aulas, laboratorios y espacios de ocio, entre otros. Aunque la respuesta a este problema podría parecer simple, argumentando la necesidad de priorizar recursos económicos para quienes más lo necesitan, considero importante que el próximo equipo rectoral pueda desarrollar estrategias específicas para abordar las necesidades de estudiantes y profesores.
Es desalentador escuchar a los estudiantes expresar su desánimo al pensar que los cambios no se verán durante su tiempo en la universidad, lo que puede llevar a una falta de interés por participar en el proceso de cambio. Sin embargo, esta situación debería ser motivo para que las autoridades universitarias redoblen sus esfuerzos. Es responsabilidad de la universidad lograr que todos los miembros de la comunidad se sientan parte integral de este proceso, y no solo como espectadores de las decisiones de los espacios de deliberación. Los proyectos de desarrollo deben avanzar y materializarse con el fin de beneficiar a todos los involucrados.
El Plan Maestro hacia el 2030, establecido en 2014, ofrecía un alentador camino hacia el crecimiento de nuestro campus para el año 2030. Sin embargo, es lamentable que no exista un informe público que detalle el progreso de este plan diez años después de su aprobación. Este plan delineaba etapas de implementación destinadas a adaptar los espacios de la universidad para satisfacer diversas necesidades (PUCP, 2014). Aunque deberíamos encontrarnos en la fase 4, correspondiente al presente año según el documento de etapas, los avances de las fases anteriores son poco tangibles en lo que respecta a las recomendaciones para el NEOCampus.
Es responsabilidad de la próxima gestión rectoral asumir la tarea de fiscalizar los avances realizados desde la creación del plan en 2014 hasta la actualidad. En caso de que las recomendaciones no se hayan cumplido, es crucial realizar un análisis sincero y corregir de manera pronta con acciones tangibles. Esto podría implicar proyectos a largo plazo, pero es fundamental que se comunique de manera transparente que se está avanzando en la dirección correcta.
Otro aspecto de suma importancia dentro de una comunidad universitaria es la comunicación. No nos referimos solo a la comunicación vista como el uso de medios y la publicidad que se pueda generar, sino a la comunicación como un proceso constante de diálogo entre los estamentos de la universidad. Necesitamos un equipo rectoral que se sepa comunicar de forma estratégica y que tome en cuenta los diferentes públicos a los que se tiene que dirigir. Sin embargo, hoy en día el mensaje de comunicación institucional de la PUCP no está impactando a la mayoría de estudiantes.
Es fundamental resaltar este punto. Aunque reconozco que existen instancias de participación estudiantil en algunos procesos de elaboración de la comunicación institucional, no siempre se da de esta manera. Pareciera que falta una comunicación centrada en los estudiantes. En un mundo globalizado, con la omnipresencia de las redes sociales y el avance de nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial, es crucial adaptar la comunicación, especialmente aquella dirigida a los estudiantes.
Dado que la mayoría de los estudiantes se encuentran principalmente enfocados en sus carreras, es imperativo que la comunicación institucional se ajuste a estos flujos. Debe implementar iniciativas innovadoras que puedan llegar a los estudiantes y superar la brecha de información, así como fomentar un mayor sentido de pertenencia e identificación con la PUCP.
No se puede ignorar que existe una responsabilidad de la universidad con sus estudiantes que trasciende a impartir clases. El nuevo rectorado debe comprometerse a priorizar el bienestar estudiantil integral, garantizando que el campus, las aulas y los servicios están diseñados para este fin, Esto implica no solo ofrecer una educación de calidad, sino que también aborda aspectos cruciales del bienestar estudiantil, como la salud mental, el enfoque de género y la alimentación.
El bienestar estudiantil debe ser considerado de manera transversal en todas las áreas de la universidad. Desde la adaptación de planes de estudio hasta la implementación de protocolos de atención en las facultades, es esencial que el bienestar esté integrado estructuralmente en todas las instancias: direcciones, unidades académicas y servicios. De esta manera, el bienestar se convierte en una acción colectiva emprendida por toda la comunidad universitaria en aras del desarrollo integral de los estudiantes, siendo tan prioritario como la calidad educativa en todos los procesos formativos.
Es esencial abordar los diferentes temas que han generado polémica en torno al bienestar estudiantil, y es un desafío que el próximo rectorado debe afrontar mediante la implementación de estrategias no solo administrativas, sino también de comunicación y relación con los estudiantes. Se requiere abordar estos temas con una verdadera estrategia de comunicación receptiva y de diálogo, teniendo en cuenta las diversas percepciones y evitando fragmentar la comunidad universitaria. Es fundamental buscar puntos en común para avanzar.
Muchas universidades han implementado acciones y oficinas específicas de mediación, resolución de conflictos y conciliación, como la Oficina de Mediación en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile (Universidad de Chile, s.f.). En nuestro caso, podríamos mencionar la Defensoría Universitaria; sin embargo, como hemos visto en los últimos años, las limitaciones que enfrenta dificultan su eficacia. A menudo, se limita a ofrecer recomendaciones y elaborar diagnósticos, lo que obstaculiza su capacidad para resolver problemas de manera efectiva.
Uno de los temas cruciales en la agenda universitaria es el enfoque de género y la prevención y atención del hostigamiento sexual y la violencia basada en género, que ha adquirido una relevancia creciente en los últimos años. Es esencial reconocer el valioso trabajo realizado por colectivas feministas, representantes estudiantiles, autoridades y profesoras que trabajan activamente por una comunidad libre de violencia. Resulta alentador reconocer los logros alcanzados hasta el momento, como los esfuerzos para integrar el enfoque de género en los planes de estudio, la implementación del programa "Te Acompaño" de la DAES, la creación de una comisión disciplinaria dedicada a casos de hostigamiento sexual y la reciente fundación de la Oficina para la Igualdad de Género y Diversidad (Vicerrectorado Académico PUCP, s.f.).
A pesar de estos avances significativos para abordar demandas históricas y urgentes, aún enfrentamos importantes desafíos en la coordinación y ejecución de iniciativas. La dispersión de responsabilidades entre diferentes instancias, como la DAES, la OIGD y la comisión disciplinaria, a menudo dificulta la eficacia y la coherencia en la gestión de estos temas. Si bien la OIGD debería servir como una instancia que facilite la articulación entre dichos espacios e iniciativas, se enfrenta a obstáculos y limitaciones presupuestarias para alcanzar plenamente ese objetivo.
Es fundamental reconocer que la universidad no solo debe centrarse en los estudiantes, sino también en los docentes, el personal administrativo y la gobernanza institucional, abordando el tema de género de manera integral. Además, la universidad tiene la responsabilidad de ejercer influencia a nivel nacional en políticas de género, un aspecto que a menudo ha sido subestimado pero que desempeña un papel crucial en la construcción de una sociedad más igualitaria.
Podemos aprender de experiencias exitosas en otras instituciones, como la Dirección de Igualdad de Género de la Universidad de Chile, que ha demostrado ser una aliada estratégica en la promoción de la igualdad de género y la prevención de la violencia. Esta dirección ejemplifica una organización alineada, con liderazgos comprometidos y una clara orientación hacia el impacto en la sociedad.
Para abordar las deficiencias en nuestra comunidad universitaria, debemos aspirar a aulas libres de violencia de género, procesos de implementación más ágiles, liderazgos estables y alineados, y una mayor incidencia en políticas públicas a nivel nacional. Esto requerirá superar obstáculos y trabajos existentes, pero es fundamental para construir una universidad inclusiva y comprometida con la igualdad de género.
Es esencial abordar un tema de gran importancia que influye en la dinámica universitaria: la relación entre los estudiantes, tanto representantes como no representantes, y las autoridades. En los últimos años, hemos observado una marcada desconexión entre ambos grupos, a pesar de contar con un sistema de cogobierno en el que participan tanto profesores como estudiantes.
Es importante señalar las disparidades existentes entre estudiantes y autoridades. Mientras que las autoridades suelen poseer formación en gestión y experiencia previa en liderazgo, los estudiantes se enfrentan a un escenario en el que su preparación para participar en el cogobierno varía ampliamente. Algunos pueden tener experiencia en movimientos políticos, mientras que otros pueden integrar agrupaciones independientes sin una estructura de continuidad clara.
Además, la relación asimétrica se acentúa por el acceso diferenciado a recursos por parte de las autoridades, como asesores, solicitudes directas a las direcciones y consultorías sobre su accionar. Esta disparidad de recursos puede afectar la capacidad de los estudiantes para participar plenamente en el proceso de cogobierno y contribuir de manera efectiva a la toma de decisiones universitarias.
Esta brecha en la información y toma de decisiones es evidente y representa una desventaja significativa para los representantes estudiantiles, tanto en la Asamblea Universitaria como en los consejos de facultad. A menudo, estos estudiantes deben aprender rápidamente sobre el funcionamiento del cogobierno y, en ocasiones, enfrentar dificultades para que su voz sea considerada, lo que impide que puedan ejercer su rol de representación de forma efectiva. Además, el corto periodo de gestión de los representantes estudiantiles en el cogobierno limita su margen de acción.
Es imperativo que un equipo rectoral se comprometa a cerrar estas brechas, facilitando la participación activa de todas las partes involucradas en la gobernanza universitaria. Esto implica asegurar que cada integrante del cogobierno, incluidos los estudiantes, esté plenamente informado y capacitado para tomar decisiones que reflejen las necesidades y visiones de la comunidad estudiantil.
Por otro lado, la relación entre las autoridades y los gremios estudiantiles ha experimentado cambios significativos en los últimos años, particularmente durante la pandemia. Si bien es comprensible que, durante los años de la pandemia, por motivos económicos se haya cesado con el presupuesto asignado a los gremios estudiantiles, es preocupante que no se haya retomado el apoyo monetario histórico que tiene sus orígenes en negociaciones y compromisos asumidos con generaciones previas.
Es importante señalar que el dinero de los gremios estudiantiles era utilizado para llevar a cabo diversas actividades. En lugar de ello, se han promovido iniciativas que podrían afectar la autonomía de estos gremios. Es fundamental reconocer que los gremios estudiantiles no son simples iniciativas estudiantiles, sino instancias organizativas con la capacidad de representar y organizar a los estudiantes, así como de incidir en el ámbito universitario y nacional.
Es esencial que las autoridades comprendan la importancia de mantener una política universitaria que respalde y apoye a todas las instancias involucradas en la vida estudiantil. Esto incluye reconocer, valorar y respetar el papel de los gremios estudiantiles como actores fundamentales en la dinámica universitaria, que representan una voz importante y organizada de los estudiantes. Una muestra clara de los valores democráticos de la universidad reside en su capacidad para respaldar y promover estas instancias de participación estudiantil.
En cuanto a nuestro compromiso con la sociedad, el crecimiento y las iniciativas desarrolladas recientemente por la Dirección de Asuntos de Responsabilidad Social (DARS) son positivos, pero se han centrado en el ámbito local y más cercano, desconociendo que el compromiso de la Universidad es con todo el país. Es crucial abordar como institución con más de 100 años de vida la respuesta a la siguiente interrogante: ¿cuál es nuestro aporte real a la sociedad? Aunque disponemos de una amplia gama de iniciativas, proyectos y centros de investigación que abordan diversos aspectos, es fundamental destacar la importancia de respaldar o rechazar explícitamente ciertas decisiones y contextos dentro de nuestra sociedad.
Un ejemplo elocuente fue el pronunciamiento de nuestra Universidad frente al ataque a la SUNEDU. Sin embargo, en los últimos años, hemos atravesado una serie de situaciones turbulentas en las cuales parece que la presencia de la Universidad en su papel como parte fundamental de la sociedad ha sido insuficiente. La percepción de una PUCP que se distancia cada vez más de la realidad refleja una falta de acciones concretas y significativas para posicionar a la Universidad en el escenario social. Nuestra casa de estudios no se puede mantener ajena cuando en el escenario político nacional se vulneran constantemente los derechos de los ciudadanos y los pilares fundamentales de la democracia.
El próximo equipo rectoral debe priorizar la vinculación con la sociedad y el reposicionamiento de nuestra institución como uno de sus pilares fundamentales. No es suficiente expresar este compromiso en auditorios; es necesario llevar a cabo acciones concretas que fortalezcan nuestras colaboraciones con diversos actores sociales, que protejan la calidad académica y fomenten, desde el respeto y la comprensión, el compromiso de nuestra comunidad universitaria con el desarrollo del país. Es esencial que la Universidad actúe de manera coherente con sus valores, contribuyendo activamente a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
Conclusiones:
La elección de autoridades en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) es un proceso crucial que define la trayectoria de la institución y refleja su visión y valores en su compromiso con la comunidad estudiantil, la sociedad y su misión educativa. El próximo equipo rectoral se enfrentará a desafíos como cerrar brechas de comunicación y participación, garantizar el bienestar estudiantil y fortalecer la relación con los gremios estudiantiles y la sociedad peruana.
Es esencial aprovechar la diversidad académica para ofrecer una educación de calidad que responda a las necesidades del país, promoviendo la interdisciplinariedad, igualdad de género y diversidad, así como mejorando infraestructura y servicios. El compromiso del próximo equipo rectoral debe ser liderar iniciativas que fortalezcan la institución en todos sus aspectos, desde la calidad académica hasta el compromiso social.
Frente a los desafíos que enfrentamos, es crucial reflexionar sobre la universidad que deseamos ser. Recordemos las palabras del Padre Jorge Dinthilac, quien señalaba que la universidad debe formar líderes para la sociedad. En este sentido, debemos aspirar a una institución que desde quienes lo dirigen se comprometan a preservar esa calidad, así como el prestigio y la posición de la universidad. Nuestros valores institucionales nos orientan hacia nuestras metas formativas, y nuestra relación con la sociedad implica cuidar todos los aspectos internos de nuestra institución: calidad educativa, infraestructura innovadora, comunicación efectiva, bienestar integral y una sólida interacción con la comunidad.
Agradezco sinceramente a todos los que han sido, son y serán parte de la gestión universitaria, ya que gracias a ellos nuestra universidad avanza y crece. Es nuestra responsabilidad mantenernos firmes en el compromiso de cuidar nuestra comunidad universitaria. Aunque aún hay muchos temas por abordar, es innegable que toda la comunidad universitaria, con respeto y reconocimiento mutuo, debe participar activamente en este importante proceso: la elección del rector, que marcará los primeros pasos hacia nuestro horizonte en 2030.
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