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El populismo chotano: una amenaza que está destruyendo el Estado peruano

Foto del escritor: Michael EncaladaMichael Encalada

Para empezar, una aclaración: Castillo es por naturaleza un político populista, es algo innato, por ende, no es un populista desarrollado, es un pésimo aprendiz de populista. A pesar de manejar un discurso de constante apelación al pueblo que le sale natural, no cuenta con la fuerza ni la voluntad suficientes para erigirse como un poderoso líder populista. A pesar de ello, su debilidad da espacio a una negociación y repartida de cuotas de poder. Estos ‘clanes’ con sus intereses particulares, en conjunto, están debilitando, lenta y progresivamente, las instituciones del Estado. Por eso, las decisiones y acciones políticas actuales del presidente, de carácter populistas, están resultando peligrosas para la institucionalidad del país.



Primero, se debe establecer una definición clara y concisa de un concepto poco entendido y prostituido como es el populismo. Bueno, existen varios estudiosos de los fenómenos populistas en todo el mundo y, como tal, brindan diferentes y muy variadas definiciones. Para nuestro caso, tomaremos la ‘definición ideacional’, es decir, considerar el populismo como ‘una ideología delgada’ que tiene dos características. Por una parte, divide el mundo en dos grupos: pueblo puro y élite corrupta. Por otro lado, se concibe la política como la expresión de la voluntad general del pueblo: el pueblo sabe lo que quiere (Mudde y Rovira, 2019, p. 33). En ese sentido, el populismo es una ideología, es decir, un modo de ver el mundo, y es una ideología delgada porque tiene la capacidad de integrarse a una ideología gruesa como el marxismo o el liberalismo, por eso, hay populismo tanto de derecha como de izquierda.


Bueno, los elementos centrales del populismo son tres: el pueblo, la élite y la voluntad general. El pueblo es una construcción discursiva con una gran flexibilidad, por eso, puede definirse como soberano en función del poder político, como gente común en base a la posición socioeconómica, o como nación tomando la nacionalidad. La élite se define en abierta oposición al pueblo, y en un sentido discrecional de la moralidad (bueno/malo), donde hay un pueblo puro y una élite corrupta; el hecho de saber quién es la élite es muy relativo y se acomoda al discurso del populista. La voluntad general se entiende como un sentido común que logra agrupar varias demandas e identificar enemigos; al respecto, se cree que el pueblo no se equivoca y que es consciente de sus intereses.


Para el caso específico del presidente Pedro Castillo veremos tres escenarios de manifestación de su actitud política populista: la cultura política, las elecciones y el gobierno.


Primero, la cultura política peruana es per se populista, especialmente, el mundo chotano de Pedro Castillo. El politólogo Carlos Meléndez, en su reciente libro "Populistas: ¿cuán populistas somos los peruanos?", ha encontrado al menos tres instituciones que propician el surgimiento del populismo en nuestro país: el comunitarismo rural, la escuela y religiosidad. En el contexto rural, los campesinos en su calidad de comuneros tienen una concepción política asambleísta, en ese sentido, muestran una tendencia que privilegia la participación de las mayorías: escuchar la voz del pueblo. En los colegios nacionales se reproduce, lo que el sociólogo Gonzalo Portocarrero denominó, ‘la historia crítica del Perú’, es decir, los profesores enseñan que el pueblo peruano ha sido víctima de constante de vejaciones de parte de los poderosos. La religiosidad, tanto católica como cristiana, tiene una visión dicotómica del mundo: malos/buenos, santos/pecadores. Pedro Castillo, en su condición misma de sujeto social, reúne estas características: campesino, profesor y evangélico. En ese sentido, él como persona tiene unas condiciones preestablecidas para ser populista, no necesitaba crearlo ni desarrollarlo como fue el caso de Hugo Chávez en Venezuela. Simplemente, lo tiene y sabe usarlo, pero no es consciente de su potencialidad; por eso, es un mal aprendiz de populista.


Luego, en las elecciones presidenciales el discurso populista de Pedro Castillo se adhirió a la doctrina de Perú Libre. Como sabemos, al ser el populismo una ideología delgada tiene la capacidad de adaptarse, como un camaleón, a otra ideología gruesa como lo es el marxismo. A la noción básica y elemental del populismo de una élite corrupta y un pueblo puro, el marxismo-leninismo-mariateguismo de Vladimir Cerrón le da sentido y contenido. Ahora, la élite son los dueños de los medios de producción (los ricos que explotan los recursos naturales) y el pueblo es el proletariado de obreros y campesinos (los pobres urbanos y rurales). Es decir, al discurso anti-establishment del profesor chotano se le sumó la lucha de clases perulibrista. Resultado de esta mezcla entre populismo y marxismo sale el poderoso eslogan: no más pobres en un país rico.


Ahora bien, en su lado positivo el populismo tiene el poder de la representación frente a las clases populares: Castillo es uno de ellos. El pueblo, los pobres y excluidos del sistema neoliberal, se siente representados en la personalidad política de Pedro Castillo. Ello explica su triunfo electoral y gran acogida en sectores populares, a diferencia de otros candidatos que no lograron conectar ni despertar estas simpatías. Por ejemplo, el populismo de Jhonny Lescano o Verónica Mendoza, en lo ideológico, mezclaba cosas de populismo y marxismo, en un caso más que en otro, pero no lograron superar a esa avalancha reinvindicativa del profesor. Lo mismo pasó al otro lado de la orilla, el populismo de derechas encarnado en Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori no logró convencer a las amplias mayorías, y más en la segunda vuelta electoral fueron símbolos del establishment: la élite corrupta.


Sin embargo, una vez en el gobierno, el lado negativo del populismo es su deriva autoritaria, pero más preocupante aún es el desmantelamiento de las instituciones del Estado. Lo primero, el camino hacia el autoritarismo es poco probable por la ineptitud y debilidad del presidente Pedro Castillo y su círculo de gobierno. Aunque, tras las últimas protestas, el encierro inconstitucional y las declaraciones del premier Aníbal Torres, las cosas han cambiado. Frente a las protestas por la subida de los precios, la respuesta del presidente ha sido bastante autoritaria, pues se ha mostrado poca apertura al diálogo y ha criminalizado el derecho legítimo de la protesta, dando como resultado la pérdida de seis vidas inocentes. A consecuencia de esté mismo hecho, la decisión del presidente de encerrar a la ciudad de Lima por 24 horas sin justificación constitucional válida solo muestra su propensión al abuso de autoridad. El discurso fascista del premier Torres al mencionar como ejemplo de buena administración pública a Adolf Hitler, responsable del genocidio judío, ha generado la condena publica en la prensa internacional, y solo muestra un desconocimiento y la poca importancia de los derechos humanos en este gobierno.


Foto: Diario El Popular. Composición: Edgar Rivadeneyra

Respecto al segundo punto, el desmantelamiento de las instituciones del Estado, el gobierno de Pedro Castillo está destruyendo las pocas islas de ineficiencia que se tenía en el sector público. Durante los últimos 20 años, los especialistas han llamado la atención sobre una paradoja: una economía saludable conviviendo con una precariedad política. El logro económico fue gracias al trabajo sostenido y profesional de la clase tecnocrática. Sin embargo, hoy, con este gobierno, están siendo expulsados de su trabajo sin justificación aparente, y en compensación están colocando a gente allegada, pero sin ningún conocimiento técnico del funcionamiento del Estado. El discurso populista ha servido para tildar a estos tecnócratas de caviares y enemigos del pueblo, en contrapartida son los militantes corruptos de Perú Libre y los familiares del presidente los dignos representantes de la voluntad popular.


Estos precisos momentos, todos los "clanes" o grupos de poder que tienen intereses particulares están al acecho del botín estatal: los transportistas informales, las universidades truchas, los mineros ilegales; todos quieren sacar su parte del pastel. Prueba de la ineficiencia de estos ‘dignos representantes del pueblo’ son la subida de los precios por no actuar preventivamente frente a los efectos obvios de la guerra y la solución de quitar los impuestos es contraproducente: si no hay impuestos, no hay ingresos para el Estado, si no hay ingresos no hay gasto público. Luego, mientras el ministro de Cultura, Alejandro Salas, funge de vocero del gobierno, nuestro patrimonio cultural se cae a pedazos literalmente. En el sector de transporte aéreo, la nueva jefa no compró los insumos para la renovación de pasaportes, y tras la aprobación expresa del ministerio de Trabajo de una huelga, el ministro de Transporte no tenía información de ello. Tras las declaraciones fascistas de Aníbal Torres, los profesionales competentes Sonaly Tuesta y Patricio Valderrama, de Cultura y Ambiente respectivamente, han sido retirados de sus cargos por pronunciarse mediante un comentario en redes sociales.


En verdad, todo un desastre. La consideración de adelanto de elecciones es legítima y válida al ver estas atrocidades en la acción del presidente. Su ineptitud y falta de conocimiento nos está afectando a todos. Pudo haber sido un digno representante simbólico de las mayorías populares y la llegada de la izquierda al poder, pero de esta manera y con estos resultados, gran parte de la población ya pide su renuncia. Ahora bien, la viabilidad de esta posibilidad queda en manos del Congreso, cuyos excelsos representantes son peor que el gobierno, ya han buscado varias veces la vacancia, pero no por las razones expuestas sino por intereses personales y egoístas. Quieren que se vaya el gobierno, pero aun no entiende el llamado mayoritario: que se vayan todos.


En síntesis, hemos podido ver que el concepto populista es una herramienta útil en estos tiempos de convulsión política para entender el origen, la trayectoria y el actual desempeño del presidente Pedro Castillo. Sin embargo, su particular forma de concebir y practicar la política no es el populismo común de Latinoamérica con Chávez, Morales o Correa, tampoco de la Europa de Orbán ni del EE. UU. trumpista. Si no, parafraseando al gran Mariátegui, el populismo de Pedro Castillo no es calco ni copia, es creación heroica, él le ha dado vida con su propia realidad y en su propio lenguaje, es pues, el populismo chotano.


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Referencias bibliográficas

Mariátegui, José Carlos (1984). “Advertencia”. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Empresa Editora Amauta.


Meléndez, Carlos (2022). Populistas: ¿cuán populistas somos los peruanos? Un estudio empírico. Debate, Perú.


Mudde, Cass y Rovira, Cristobal (2019). Populismo: Una Breve Introducción. Madrid: Alianza Editorial.

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