La riqueza cultural que existe en el mundo, indirectamente se han normalizado algunas situaciones en las que se cometen actos de crueldad en contra de los animales, que han sido declaradas patrimonio cultural por la UNESCO. Pero ¿realmente es posible concebir como cultura actos que dañan a terceros?
El maltrato animal es una problemática global que persiste en todos los rincones del mundo, afectando a millones de seres vivos cada año. El maltrato animal abarca una amplia gama de abusos, que van desde la negligencia y el abandono hasta la violencia física extrema. Asimismo, De Santiago (2013), menciona que existen dos diferentes formas de maltrato animal, una de ellas es la directa, que sucede cuando es intencional y se lleva a cabo mediante conductas agresivas y violentas como la tortura, mutilación que pueden dar lugar en un caso extremo a la muerte del animal, mientras que la indirecta ya sea a través de actos negligentes con respecto a los cuidados básicos que el animal necesita, como provisión de alimentos, de refugio y de una atención veterinaria adecuada, inclusive el abandono. Uno de los casos más sonados en el país es el de abandono canino, aunque si bien en el Perú no existe un registro oficial sobre la taza de abandonos que existen en el país, según un la asociación KP, que se dedica a rescatar a animales que están en las calles, la cifra de canes abandonados los seis millones y de dicha cifra 2 millones se encuentran en Lima, es decir ⅓ de los perros son abandonados en la región de lima.
Por otro lado, no es un secreto para nadie que vivimos en una cultura en donde la violencia es un factor constante en nuestra cotidianeidad, la podemos observar en diferentes medidas, ya sea en las noticias, películas e inclusive videojuegos. Esto desencadena que de cierta manera nos acostumbremos y la normalicemos hasta cierto punto. De Santiago (2013) expresa que “Esta habitualidad de la agresividad puede llegar a causar un efecto de “tolerancia” en quien la vive. Pero esta manifestación agresiva no solo se limita a los animales, sino que el maltrato animal es, un factor que predispone a la violencia social y, al mismo tiempo, una consecuencia de ella” (De Santiago 2013, pp. 4). Si bien, el autor menciona que ser violento con las personas, no es un patrón determinante para ser agresor con los animales y viceversa; ambos son tipos de agresiones al fin y generan que poco a poco la tolerancia a la violencia mencionada por De Santiago crezca.
Asimismo, gracias a la riqueza cultural que existe en el mundo, indirectamente se han normalizado algunas situaciones en las que se cometen actos de crueldad en contra de los animales, que han sido declaradas patrimonio cultural por la UNESCO. Pero ¿realmente es posible concebir como cultura actos que dañan a terceros?, un ejemplo de ello es la tauromaquia, que si bien no es una tradición oriunda del Perú, gracias a las raíces occidentales también se volvió parte de nuestra cultura. A pesar de que la UNESCO se niega a declararlo muchas personas lo consideran una parte importante de su cultura, sin embargo, la tauromaquia es una de las “expresiones culturales” de la humanidad en la que queda expuesta sin escrúpulos la crueldad del ser humano. No obstante hay que tener en cuenta un factor que provoca que el argumento de los fanáticos de tal sangriento acto pierda validez; y este es que las expresiones culturales pueden cambiar, puesto a que las civilizaciones van compartiendo unas con otras fusionando tradiciones, haciendo que se creen nuevas manifestaciones culturales de acuerdo a tradiciones previas y contextos socioculturales en los que se encuentran las personas. Giménez-Candela (2019) dice que “Cultura es vida y, por ello, indefectiblemente, cambio. En tal sentido, lo que tuvo un significado y un valor ayer, puede, sin desdoro, dejar de tenerlo hoy” Giménez-Candela (2019, pp. 8) . Es por ello que si bien en algún punto eso pudo haberse considerado un manifiesto cultural, ahora puede que este ya no vaya acorde a los valores de una sociedad que poco a poco trata de borrar ese costumbrismo de patrones violentos hacia seres “inferiores a ellos”.
Es por ello, que, si bien aún nuestra sociedad se enfrenta a una lucha constante para poder defender a quienes desafortunadamente no tienen la capacidad de alzar su voz. Poco a poco más personas se suman a la causa de abandonar ciertas prácticas, que muchas veces se ven escudadas bajo argumentos de índole cultural; para así comprender que porque algo haya sido socioculturalmente vitoreado y aceptado hace mucho tiempo no significa que sea correcto o deba continuarse haciendo. No obstante aún queda un largo camino por recorrer para poder hacerle entender al mundo que el hecho de que los animales sean seres que no sean seres racionales, no otorga a los humanos el derecho de maltratarlos; la compasión y el respeto hacia todas las formas de vida son valores fundamentales que debemos promover como sociedad para así algún día lograr avanzar y crear un mundo en el que los patrones de violencia hacia cualquier ser vivo no sean tolerados.
Fuentes
De Santiago Fernández, L. (2013). El maltrato animal desde un punto de vista criminológico. Dialnet. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5476723
Giménez-Candela, M. (2019). Cultura y maltrato animal. DA. Derecho Animal. Forum of Animal Law Studies, 10(3), 7-14. https://www.raco.cat/index.php/da/article/view/v10-n3-gimenez-candela
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