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El “dictador más guapo y cool del mundo”: el retroceso democrático en El Salvador

Desde su llegada al poder, Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, ha desconcertado y alarmado a la comunidad internacional por su forma particular de hacer política y por su deriva autoritaria. Su innovadora estrategia comunicacional a través de Twitter posteando emoticones, tomándose selfies, publicando decretos y dando órdenes a sus ministros a través de esta red, le han dado gran popularidad. Sin embargo, detrás de esta identidad carismática, se oculta una preocupante deriva autoritaria. Ha copado el sistema de justicia y el poder legislativo con sus simpatizantes y, hace poco, pasando por encima de la Constitución, ha anunciado su reelección. Además, ha impulsado violaciones generalizadas y flagrantes de derechos humanos, junto a la criminalización de las personas en situación de pobreza y amedrentamiento de la oposición. A pesar de ello, Bukele goza de un alto apoyo popular. La Consultora Interdisciplinaria de Desarrollo Gallup presentó una encuesta de opinión de la población salvadoreña sobre el desempeño del gobierno. El porcentaje de aprobación presidencial fue 87%, en temas de seguridad 83%, en educación 91% y en salud 88%. En este contexto, este ensayo busca responder a la pregunta ¿Qué factores permitieron el retroceso democrático de El Salvador? Sostengo que la progresiva concentración del poder en El Salvador es posible gracias al empleo de dos estrategias de parte de Bukele: el populismo y la promoción de la posverdad. Este tema es relevante para la Ciencia Política debido a que, a partir de la comprensión del retroceso democrático de El Salvador, permite identificar nuevos patrones y mecanismos en las estrategias para subvertir la democracia. De esta manera, se hace énfasis en la forma en que se instrumentalizan los cambios tecnológicos propiciados por la globalización, cambio de mentalidades y nuevas tecnologías los cuales se han intensificado en el siglo XXI y, son importantes de analizar en tanto corresponden a nuevas formas de hacer y pensar la política.

Fuente: The Washington Post

Luego de la guerra civil (1979-1992), El Salvador transitó hacia un régimen democrático en lo formal, pero con ciertas deficiencias. Entre los límites del proceso democrático se encontraron la restauración de una hegemonía oligárquica, escándalos de corrupción, violencia e inseguridad ciudadana y la ineficaz gestión de la economía salvadoreña que, sumado a las reformas neoliberales, fue incapaz de incluir a los sectores populares (Sermeño 2022). Frente a este difícil contexto, como señala Landeros (2021), Bukele, en su estrategia discursiva populista, se posiciona a sí mismo como el joven mesías que salvará al pueblo de la élite corrupta conformada por los partidos tradicionales y un importante sector del empresariado, los cuales han quedado deslegitimados por las razones ya mencionadas. Asimismo, Bukele está combinando viejas tácticas populistas con un nuevo terreno para la lucha por la legitimidad: las redes sociales. Así, se presenta de forma innovadora a los jóvenes: como un político millennial, cool que utiliza emoticones en sus Tweets, anuncia decretos y ordena a ministros a través de Twitter (Landero 2022).


Fuente: Gobierno de El Salvador

De esa forma, con el objetivo de concentrar el poder de manera progresiva, Bukele emprendió una serie de acciones que fueron socavando los poderes del Estado y minando el sistema de pesos y contrapesos. Según Sermeño (2022), uno de los primeros episodios que sugirieron el inicio de un autoritarismo fue el denominado autogolpe o Bukelaso del 9 de febrero de 2020. Frente a la negativa del legislativo de aprobar su Plan de Seguridad, Bukele decidió entrar junto a dicha cámara junto a las fuerzas del orden. No ejerció violencia debido a que alegó que Dios le había aconsejado que actúe con prudencia. A partir de ese momento Bukele continuó amenazando con disolver el poder legislativo (actualmente ha logrado controlarlo) y eliminó leyes de legisladores acusándolos de “ratas” y “sinvergüenzas” que dan “asco” (Sermeño 2022). En realidad, el discurso anticorrupción ha sido transversal a su accionar y le ha permitido polarizar a la población entre el pueblo bueno y honesto contra la corrupción de las élites (Díaz 2021, p.41), lo cual es un elemento crucial del discurso populista: polarización y superioridad moral del pueblo. En 2021, Bukele destituyó y reemplazó a los jueces y a un fiscal de la Corte Suprema de Justicia bajo una justificación incongruente que aludía al apoyo popular. Sin embargo, ello, como afirma Sermeño (2022), no provocó sino que su legitimidad aumente gracias a su estrategia discursiva populista propagada en redes sociales.


Asimismo, Bukele emprendió una serie de medidas de “mano dura” legitimadas por su discurso populista, las cuales le permitieron concentrar el poder. Según Sermeño (2022), una de ellas fue la política de segregación, represión y criminalización a los grupos pandilleros (y potenciales grupos pandilleros): “maras”. En un contexto de alta tasa de homicidios e inseguridad ciudadana, Bukele aplica el Plan de Control Territorial, a pesar de las denuncias del Poder Legislativo. La activa campaña de criminalización de las pandillas le permitió un mayor despliegue del poder coercitivo y represivo del Estado con un alto apoyo popular. A ello se debe sumar el hecho de que Bukele había manipulado los datos: sostuvo que fue la efectividad del Plan de Control Territorial lo que disminuyó los homicidios en El Salvador, pero este plan simplemente ha consistido en propaganda y despliegue de fuerzas. Ha sido el pacto con las pandillas, especialmente con la MS13, lo que ha bajado la tasa de homicidios (Landeros, 86-88).


Por otro lado, la pandemia fue instrumentalizada por Bukele para legitimar su liderazgo y concentrar el poder político. Aplicó medidas severas de forma temprana como cerrar fronteras, confinar viajeros, decretar estados de excepción e imponer restricciones graves a la libertad de movilidad (Baltazar 2022). Esta última medida llegó al extremo de la creación de centros de detención que se convirtieron en virtuales campos de concentración para quienes transgredían la normativa en la pandemia. Entonces, no solo se observa un líder populista que se presenta como el salvador de la población, sino que él exacerba más la polarización de la población (característica clásica del populismo) al criminalizar a determinados sectores –potenciales pandilleros y personas que no cumplen con cuarentena– y justificar la violación de sus derechos fundamentales.


Asimismo, Bukele está empleando la post verdad (segunda variable de interés) como estrategia al aprovecharse de las emociones de miedo y odio de la población, y al manipular datos, como los de la baja de homicidios, y la legalidad de las leyes.


Fuente: El Periódico de España

Según Elizalde, las redes sociales son vehículos de rumores y noticias falsas, es decir, de desinformación. Sobre todo, en el caso de contiendas políticas, son una “vía de comunicación emocional” (ligado a la noción de posverdad) que parten del interés por la pugna electoral (2020, p.577). El discurso y las estrategias tecnológicas de difusión de noticias falsas le han permitido a Bukele tener una legitimidad que ha sostenido su exitosa concentración del poder. Bukele ha realizado un ejercicio de “desmemoria” histórica, llegando a negar la importancia de los Acuerdos de Paz y a calificarlos, junto con la historia de la guerra civil, como una “farsa”, lo cual es alarmante puesto que conforman la base de la democracia salvadoreña. Incluso negó una de las más duras masacres como la de El Mozote, en la cual murieron cerca de mil civiles (Sermeño 2022). Más tarde, según Landeros (2021), durante una marcha de miembros del FMLN, fallecieron dos miembros producto de la actuación represiva del Estado. Bukele reconstruyó la noticia de manera engañosa y la calificó como un autoatentado. Asimismo, cuando la comunidad internacional reaccionó frente a las arbitrariedades del régimen, Bukele atinó a reducir la postura de la comunidad internacional a la opinión de un grupo de interés que no debe ser tomada en serio, el cual solo confunde porque es ilegítima:


“Un amigo se puede equivocar. Y muchos amigos se pueden equivocar también. El hecho de que cinco personas piensen lo mismo no quiere decir que tengan la razón. En Alemania, millones, decenas de millones de personas pensaban que estaba bien quemar judíos en un horno” (Bukele citado en Landeros, 2021, p. 91).


Como se observa, Bukele retrata a la comunidad internacional como ilegítima y sostiene que no posee ninguna autoridad moral alegando a lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial. Ello rememora las múltiples violaciones de DD.HH. de Occidente. Así, elimina la posibilidad de discusión sobre criterios objetivos y legales al deslegitimar la crítica y movilizar las emociones de las personas, con lo cual paralelamente legitima su propio accionar.


Por otro lado, Carballo (2022) realiza un interesante estudio sobre “la instalación de las fake news como herramienta de hegemonía política en las audiencias salvadoreñas”. El autor señala que los medios que han revelado casos de corrupción en el gobierno de Bukele han sido desacreditados por el gobierno y sus seguidores. Asimismo, se encontró que las redes sociales en este país se han dividido en dos bloques (pro-gobierno y anti-gobierno) y, a cada bloque, el algoritmo de las redes les envía información que coincide con sus posturas interiorizadas. En ese sentido, no hay oportunidad de contraste de la información recibida y solo estaría basada en las emociones y subjetividades de los individuos (2022). De otro lado, Bukele ha emprendido una campaña de desinformación al presentar información engañosa sobre los supuestos actos de evasión fiscal y lavado de dinero de la oposición (Díaz, 2021,41). En general, cada medida que ha llevado al desmantelamiento progresivo de los pesos y contrapesos ha sido justificada no solo bajo un discurso populista, sino a través del empleo estratégico del concepto de post verdad al generar ambigüedad. Bukele, ha logrado que la popularidad, impulsada por las emociones que su discurso desencadena en la población, respecto a sus logros subordine a la razón y a la legalidad. Claramente estas ambigüedades minan la confianza en las instituciones democráticas y entre sectores de la población.


En conclusión, las estrategias que permiten el retroceso democrático en El Salvador son el populismo y la promoción de la posverdad, las cuales propician la concentración del poder de forma progresiva. Es decir, legitiman y moralizan el accionar antidemocrático bajo una pseudo apariencia democrática-legal y moral ante la población y minan la confianza en las instituciones democráticas y élites tradicionales. De esa forma, su accionar, por más que mine los contrapesos democráticos, encuentra soporte debido a la manipulación de la percepción popular. Esta estrategia es complementada mediante la producción y promoción de la posverdad en tanto discursos que eliminan criterios objetivos respecto a lo verdadero y lo falso, y que exacerban emociones que movilizan a la población para fines políticos.


En este ensayo he enfatizado los factores de agencia, es decir, las estrategias de ambos líderes como causa de la concentración de poder. Sin embargo, he encontrado que hay factores de estructura e institucionales que brindan una visión más holística de este fenómeno. Las estrategias de Bukele responden a los contextos específicos y clivajes que predominan en su país. Los problemas de exclusión de los sectores populares, el mal desempeño institucional del Estado y el desarraigo de las instituciones políticas fueron factores condicionantes que tenían a la población descontenta. Bukele supo movilizar y politizar estos problemas ya existentes de un régimen desgastado.

Si bien se ha observado clásicas tácticas del populismo, el empleo de la posverdad en el contexto de una época posmoderna resulta revelador respecto a los nuevos retos que enfrenta la política. Ello se ve exacerbado por la época de hiperconectividad en la cual la información fluye con una velocidad sin precedentes y en la cual los algoritmos de las redes sociales no hacen más que reforzar nuestras percepciones. Sin embargo, es relevante resaltar que la performance y estrategia discursiva de Bukele en redes sociales es un posible esbozo de la forma de hacer política del futuro.


 
 
 

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