El (des)Orden Mundial: las pinceladas de una nueva estructura en el Sistema Internacional
- Karen Arevalo y Michael Encalada
- 17 mar 2022
- 14 Min. de lectura
Han transcurrido más de tres semanas desde el 24 de febrero, fecha en la que el presidente Vladirmir Putin decidió invadir Ucrania. El pasar de los días nos ha demostrado las grandes implicaciones de este conflicto bélico en el mundo entero, entre ellas están las consecuencias económicas, políticas y sociales. Asimismo, las reacciones de los países Occidentales no se hicieron esperar y emprendieron sanciones económicas sin precedentes que, según algunos analistas, aíslan a Rusia y la acercan a los brazos de China.
Frente a dichos acontecimientos, Karen Arevalo de Sisterhood of Internationalists (SOFI) y Michael Encalada de Letras, Ciudadanía y Política, plantearon un análisis que va más allá de los hechos coyunturales. En ese sentido, se aventuran a plantear que, resultado de estos hechos, se está empezando a formar un nuevo (des)orden mundial caracterizado por la división Este-Oeste.
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La invasión rusa de Ucrania
Los últimos acontecimientos muestran la invasión de Rusia a Ucrania. Al respecto, a pesar de ser un asunto delicado por el cual las personas migran forzosamente día a día y se producen, en la misma medida, la muerte de soldados en ambos lados, los académicos aún no llegan a un acuerdo para tratar cabalmente este asunto (Sánchez-Cuenca 2022). El debate aún está abierto, más aún para expertos, que no comparten la misma perspectiva teórica. Por ejemplo, el realista Mearsheimer (2022) señala la culpa de Occidente por haber mantenido una política irresponsable con la progresiva expansión de la OTAN al Este, que desde la mirada rusa se lee como una abierta amenaza a su seguridad. Por otro lado, defensores de los valores democráticos y liberales, como Stokes (2022) quien, partiendo del principio de que ‘regímenes democráticos no empiezan conflictos entre ellos’, considera que la agresión de un régimen autoritario como Rusia representa una amenaza para todo el mundo democrático.
Oficialmente, el conflicto empezó la mañana del 24 de febrero cuando Vladimir Putin ordenó el ingreso de tropas rusas en territorio ucraniano junto al bombardeo de sus bases militares. El ataque fue pensado en tres frentes: sur, este y norte. Primero, por el sur, a través de Odesa y Jerson (ciudad actualmente tomada). Segundo, por el este, por medio de las provincias de Donetsk, Luckas y Jarkov, segunda ciudad más importante del país. Por último, por el norte, mediado por el gobierno prorruso de Bielorrusia, las tropas rusas se dirigen a Kiev, capital del país que está demostrando una fuerte resistencia civil alentada por su presidente Volodymyr Zelenski. (Imagen 1)

Las consecuencias de esta confrontación bélica son varias y complejas, y con el pasar de los días recién empiezan a manifestarse. Según The Economist (2022) se espera “caos en la adquisición de materias primas” causado por la escasez de combustible, especialmente petróleo, el cierre de las redes de suministro de alimentos como el trigo u otros cereales y la mayor demanda de recursos minerales. Específicamente para el Perú, según el economista Humberto Campodónico (2022), las consecuencias económicas visibles son la subida del precio del petróleo y sus derivados en la industria petroquímica (productos de plástico), la escasez de fertilizantes como la urea que son primordiales para la agricultura familiar, la subida del precio en el pan y otros derivados del trigo. Al mismo tiempo, se experimentará una subida en la exportación de materias primas como el cobre. En ese sentido, Campodónico recomienda que la mejor salida para el gobierno es usar los ingresos adicionales de los minerales para subsidiar el precio de los combustibles y los cereales, para que así el golpe en la canasta familiar sea mínimo.
El mundo post Guerra Fría (1991 - ?)
En este texto, nos interesa explorar a profundidad las causas estructurales del conflicto y su impacto en la configuración del sistema internacional. Según el historiador francés Braudel (2007), la exploración de las causas puede enfocarse dependiendo del alcance cronológico, siendo estas: coyunturales (5-10 años) o estructurales (más de 10 años). El acontecimiento más cercano que encontramos es la anexión rusa de Crimea en 2014. Crimea era una región peninsular ucraniana en el sur que posibilitaba la salida estratégica al Mar Negro y que, históricamente, la Unión Soviética utilizó como base naval. Entonces, por el movimiento de influencia política por parte de Occidente en Medio Oriente; y, aprovechando el derrocamiento de un régimen prorruso en Ucrania, Putin decidió realizar una invasión “suave” y convocar a un referéndum cuestionado que dio como resultado la anexión de dicho territorio (BBC, 2022). La causa estructural nos remite hasta el final de la Guerra Fría en 1991: tras la disolución de la Unión Soviética nacieron 17 repúblicas independientes, entre ellas Ucrania. Tras este hecho, la OTAN prometió no expandir su influencia más al Este, pero incumplió la promesa y amenazó la seguridad rusa (Sputnik 2021). Asimismo, esto no es una situación que solo concierne a rusos o ucranianos, sino que implica un reordenamiento del tablero mundial, lo que impacta directamente en la configuración de la estructura de poder internacional que nos afecta a todos. En ese sentido, consideramos que este conflicto podría representar la creación de una división Este-Oeste en el mundo, que estaría manifestándose en múltiples niveles.
En primer lugar, se desarrollarán algunas definiciones clave para explicar el orden internacional post Guerra Fría. En términos generales, Barbé (2008) define al sistema internacional como el conjunto de interacciones dadas entre los actores internacionales, lo cual, sirve como un instrumento analítico de una realidad total. En el mundo post Guerra Fría (1991-2003), la estructura del sistema internacional fue interpretada de múltiples maneras: por un lado, la teoría de los tipos de regímenes asumió la teoría de “paz democrática” que suponía que los problemas entre Estados se resolverían en el marco pacífico de un sistema democrático entre los países que fueran democracias (Doyle, 1986). Por otro lado, desde el realismo, se postulaban dos discursos: primero, que las capacidades de los Estados (antes que los tipos de regímenes) determinaban un nuevo equilibrio de poder (Waltz, 2000), y, segundo, que ello estaría acompañado de los intereses de las grandes naciones (Walt, 2005). De esta forma, estos tres aspectos configurarían la armonía relativa o estable del sistema internacional. No obstante, aunque el mundo post Guerra Fría demostró ciertas transiciones y crisis democráticas en ciertos países, la noción de un equilibrio liderado por Estados Unidos siempre persistió.
Durante la Guerra Fría, el mundo estuvo claramente dividido entre dos bloques de poder que terminaron por configurar una estructura bipolar en el mundo. Es decir, dos potencias poderosas, Estados Unidos y la Unión Soviética (Rusia comunista), poseían capacidades de poder similares, y uno de sus principales elementos de poder fue el armamento nuclear. Luego, siguiendo a Mingst (2006:100-103), con la disolución del bloque soviético entre 1989-1991, EE. UU. se consolidó como el ganador de la confrontación dando paso a un periodo denominado ‘momento unipolar’ o ‘pax americana’. Según el autor, la época de los años 90 representó para Estados Unidos el control del poder mundial en múltiples dimensiones: económico, militar, político e ideológico. Sin embargo, para Rusia fue una década de caos y desintegración total: inestabilidad política, crisis económica, corrupción estatal y privada generalizada, desmembramiento territorial en 17 repúblicas, debilidad militar y nuclear, y la invasión de la cultura capitalista. Por eso, en este periodo, se habla de un ‘momento’ de hegemonía estadounidense.
Entre terrorismo, crisis económica y pandemia: nuevos retos globales
De la misma manera, el terrorismo internacional debilitó la hegemonía norteamericana en el mundo. En lo que respecta al poder de EE. UU., el historiador británico marxista Eric Hobsbawm (2005: 258) ya mostraba un cierto escepticismo, porque consideraba que el antiguo orden bipolar no podía sustituirse por un nuevo liderazgo estadounidense, sino que tras la Guerra Fría “quedó un mundo de confusión y parcialmente en ruinas”. Justamente en ese desorden mundial surgen y se consolidan nuevos actores internacionales, con la característica de tener un origen no-estatal, tal es el caso de poderosas empresas transnacionales y de grupos terroristas internacionales. Estos nuevos agentes globales, poco a poco, empiezan a desplazar al Estado de campos como la economía o la seguridad. Es así como, en la discontinuidad del dominio norteamericano, en Medio Oriente el terrorismo entraba en una fase de internacionalización; esto es, capacidad de realizar atentados de gran alcance y establecer alianzas con otras organizaciones, incluso con Estados. La cúspide de este desarrollo terrorista fueron los atentados del 11 de septiembre en New York, que estaban simbólicamente dirigidos a golpear el poder económico, militar y político norteamericano.
Pero, en el fondo, en tanto organización terrorista que usa el terror como medio para un fin superior, el objetivo de Al Qaeda, según Gilles Kepel (2002:32), fue provocar una reacción desproporcionada de Estados Unidos para luego canalizar el descontento de la población atacada en abierto apoyo de su causa. Justamente, EE. UU. cayó en la trampa terrorista y se mostró como una potencia confundida frente a la nueva amenaza global, siendo esto una muestra de su debilidad. En ese sentido, la posterior ‘guerra contra el terrorismo’ representó el declive de la hegemonía norteamericana en el mundo, quedando como resultado un mundo desordenado y complejo. Primero, la intervención estadounidense fue desproporcionada, desordenada, sin apoyo internacional y violando el Derecho Internacional. En Afganistán (2001) e Irak (2003), EE. UU. pudo tomar rápidamente el control militar de la región por su gran poder en dicho campo, sin embargo, no atacó las causas estructurales que alimentaban al terrorismo: pobreza extrema, corrupción estatal, extremismo religioso, etc. Al contrario, como resultado de dicho fracaso, hubo una capitalización del descontento musulmán en apoyo del discurso y la causa terrorista de Al Qaeda y, mas tarde, del Estado Islámico. En síntesis, los resultados finales de esta ‘guerra contra el terrorismo’ emprendido por EE. UU. muestran un saldo negativo, donde las condiciones estructurales siguen vigentes y el poder norteamericano mostró sus debilidades.
Por otro lado, en Rusia de inicio de siglo, el terrorismo probó y construyó la imagen política de un desconocido Vladimir Putin, que en los siguientes 20 años reconstruiría el poder ruso (BBC, 2021). Bueno, tras la guerra contra Chechenia (1994-1996) y la victoria rusa, terroristas de dicho país empezaron a cometer atentados en las principales ciudades rusas que enfrentaron a un recién nombrado primer ministro Vladimir Putin, quien era un ex agente de la KGB (ex agencia de inteligencia soviética), y en las elecciones del año 2000 se presentaría como candidato obteniendo la victoria. Después de esto, aprovecho el sentimiento nacionalista ruso para fortalecer su poder de influencia en lo que consideraba su zona de seguridad, esto es, las exrepúblicas soviéticas. Por eso, anexionó el territorio ucraniano de Crimea en 2011, intervino militarmente en Siria durante 2015 y, hoy, invadió Ucrania y amenaza a Europa con miedos nucleares. En ese sentido, la principal preocupación exterior rusa es la seguridad, la capacidad de mantener zonas de control a lo largo de sus fronteras que le garanticen una no-agresión extranjera. Sin embargo, la reconstrucción del poder ruso no se basó en un sólido sistema económico propio de una potencia, justamente por esa razón, los efectos de las graves sanciones económicas debilitan su capacidad productiva y golpean el nivel de vida de los ciudadanos rusos.
Asimismo, la crisis financiera del 2008 supuso un punto de inflexión en el orden mundial y la manera en la que el poder se distribuía. La burbuja estadounidense reventó y agravó la economía global. Según Sanahuja (2021) este evento supuso la crisis del orden internacional liberal. Como vimos, el mundo post guerra fría originó la expansión del capitalismo colocando como principal potencia a Estados Unidos; en ese sentido, la crisis del 2008 se presenta como un problema de efectividad de la hasta entonces orden internacional. El punto de quiebre no fue la crisis en sí, sino lo que significó en términos de multilateralismo y orden internacional. Pues, teniendo en cuenta las acciones unilaterales que los distintos gobiernos adoptaron al inicio de la crisis pusieron en tela de juicio la dificultad de la coordinación en un mundo económico multipolar y sin liderazgo notorio.
Seguido a esto, la pandemia contribuyó en el debilitamiento del orden internacional acentuando las tendencias a nivel socioeconómico y político, además del deterioro del multilateralismo en miras a una gobernanza global. De esta forma, se ha observado una “crisis de liderazgo” estadounidense y el estancamiento multilateral (Ito, 2021). Ante estos factores, se vislumbra un escenario de oportunidad para la consolidación de nuevos líderes. Por ejemplo, para China y las potencias emergentes la post pandemia significó un espacio de consolidación, oportunidad y posicionamiento en el sistema internacional. Mientras las respuestas de algunos gobiernos ante la pandemia ilustran las dificultades políticas para la cooperación mundial, el mundo asiático ha optado por seguir una “diplomacia de vacunas”, fomentando la visibilidad y cooperación internacional (Ito, 2021). Es así como Rusia o India han sido los principales promotores para el acceso a las vacunas para los países fuera del marco COVAX de la OMS (Sanahuja, 2021). Ante ello, Occidente pone en duda su capacidad de liderazgo en contraste con Oriente.
La construcción de un nuevo (des)orden internacional (o post - post Guerra Fría)
Por último, habiendo abordado todo el desarrollo internacional previo al conflicto Rusia-Ucrania, ahora la gran cuestión es cómo se configura el poder en el sistema internacional después de este conflicto. Al respecto, planteamos que se empieza a dibujar una fragmentación Este-Oeste en el mundo, diferente a la Guerra Fría, y que se presenta en diferentes espacios de confrontación. Este planteamiento se basa en lo que Amitav Acharya (2019) trata como un ‘multiplex order’, es decir, en varios niveles. Como en una sala de cine, asistimos a diferentes distribuciones de poder dependiendo del espacio geográfico en que nos ubiquemos: Europa, Medio Oriente o Asia-Pacifico. En ese sentido, las últimas disputas comerciales entre China y EE. UU. no representan un nuevo ordenamiento del poder mundial, sino que simplemente es un nivel, un espacio más de disputa ubicado en Asia-Pacífico. Siguiendo esta teoría, lo mismo estaría sucediendo en la actual confrontación Rusia-Ucrania, donde, en un nivel europeo, se muestra una particular distribución del poder entre Rusia y los países europeos (Vidarte 2022).
Tomando en cuenta ello, se pueden explicar las divisiones y posicionamientos recientes en los países europeos. En principio, Suiza y Finlandia rompieron históricamente su neutralidad para aceptar integralmente las sanciones económicas de la Unión Europea a Rusia. Estas sanciones incluyen: sanciones comerciales y financieras que comprenden embargo de armas, congelación de activos, prohibiciones de importación y exportación de determinados bienes de doble uso y tecnología, prohibición de inversión, prohibición de suministro de determinados servicios, entre otros (DW, 2022). Por su parte, la respuesta de Putin pone mayor tensión al asunto al sumar amenazas de congelamiento de activos o al exclamar que las sanciones de Occidente son como una “declaración de guerra'' (BBC, 2022). Ante estas fragmentaciones y amenazas, la situación de esta división es más clara tras el rearme alemán. La invasión rusa ha propiciado que el Estado alemán envíe armas a Ucrania y aumente el gasto militar, el 24 de febrero Olaf Scholz, canciller alemán, presentó un plan de rearme que supone “blindar la paz europea”. De esta manera, vemos una Europa que empieza a marcar fuertes distancias con Rusia, intentando cortar su dependencia energética y articulando severas sanciones económicas en conjunto.
El caos social en medio del (des)Orden
Pese a tratar el tema de las implicaciones internacionales del conflicto, queda mencionar que los impactos más directos los vemos en la vida de las personas corrientes, en ambos lados del conflicto. Aunque la guerra, en principio, implica una decisión política con expresiones militares, lo cierto es que a lo largo de la historia se ha demostrado que la guerra es mucho más que eso: impacta sobre la vida humana en toda su dimensión y refleja nuestros peores males. En ese sentido, históricamente en cuanto al género, las mujeres han sido vistas como trofeos de guerra, como un objeto a poseer y de poder asestar un golpe en el ‘honor’ del país enemigo, prueba de ello son las violaciones masivas a mujeres en territorio controlado por países enemigos, desde el inicio de la historia humana hasta Ucrania (Reuters, 2022). Asimismo, los escenarios de conflicto provocan migraciones forzadas de millones de personas que huyen de la violencia, en este caso, los países vecinos al oeste de Ucrania han visto llegar a sus puertas grandes cantidades de ucranianos pidiendo cobijo en sus países. Sin embargo, en el mismo contexto, se ha manifestado expresiones de racismo y discriminación contra poblaciones históricamente dominadas como personas afrodescendientes, a quienes les ha correspondido un trato desigual en comparación con sus pares blancos ucranianos (BBC, 2022). Todas estas manifestaciones condenables que nos demuestran la continuación de males sociales como son la violencia sexual, la discriminación y el racismo.
Además, en los últimos días, la percepción hacia los ciudadanos de ambos países se ha notado marcadamente diferente: empatía con los ucranianos y odio hacia los rusos. En cuanto a los ucranianos, por una reacción natural humana se genera una empatía por el débil porque en este caso Ucrania es la víctima de los intereses de una potencia como Rusia. Sin embargo, esta actitud solidaria nos ha llevado a satanizar a los ciudadanos rusos, se les ha negado visas, participar en campeonatos, una devaluación de su moneda, de la noche a la mañana nos dicen que debemos odiar a los rusos, vivimos una ‘rusofobia’ generalizada (El Confidencial, 2022). Toda esta situación solo acentúa la tendencia de la fragmentación y la poca cooperación entre ciudadanos globales que somos, cada vez estamos más divididos y aislados, conviviendo con Estados enfrentados. A la larga, somos partícipes directos que con nuestras acciones aumentamos la tendencia en la división Este-Oeste.
Conclusiones
La guerra entre Rusia y Ucrania se puede explorar en un sentido más estructural y de largo plazo; por ello, se planteó que este conflicto formaría parte del escenario internacional post Guerra Fría. En primer lugar, las interpretaciones sobre la definición del sistema internacional en el mundo post Guerra Fría (1991-2003) son útiles para determinar los aspectos configurarían la armonía relativa o estable del sistema internacional. Asimismo, para observar que, especialmente la década de los 90 's, se caracterizó por la hegemonía estadounidense total frente a una Rusia caótica y desordenada. Sin embargo, a partir de los 2000, EE UU y el mundo empezaron a enfrentar nuevos desafíos como el terrorismo, la crisis económica y la pandemia, que a la larga debilitaron el poder norteamericano. En segundo lugar, en los últimos 20 años, también asistimos al surgimiento de China como potencia económica que disputa el poder a EEUU, y al resurgimiento de Rusia como potencia que reclama su cuota de poder en el escenario europeo. En tercer lugar, en medio de este escenario, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania se ubica como un desenlace del periodo post guerra fría, y, al parecer, empieza a marcar una nueva división Este-Oeste en el mundo. Ello queda confirmado por las graves sanciones económicas que está recibiendo Rusia de parte de Occidente, lo que lo aísla y podría llevarlo a un posible respaldo con China.
Finalmente, fuera del aspecto estructural, vemos que el conflicto sólo acentúa la tendencia de la fragmentación y la poca cooperación global, fomentando la división y la convivencia con ‘Estados enfrentados’ en medio del (des)Orden Mundial. Aquí, nadie pide posicionamientos de uno o del otro lado, la ley del “estás conmigo o estás con el enemigo” es arbitrario y poco democrático; para nosotros, lo que corresponde hacer es, siguiendo al historiador judío Yuval Noah Harari (2022), buscar conforme a nuestras capacidades y disponibilidades “detener la guerra ahora mismo” o abogar por su final porque “lo que se juega en Ucrania es el rumbo de la historia humana”.
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Artículo realizado por colaboración especial entre la agrupación estudiantil Sisterhood of Internationalists y Letras Ciudadanía y Política


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