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Liberalismo y conservadurismo: ¿enfrentados o más cercanos de lo que imaginamos?

Foto del escritor: Soledad Castillo y Christian LujánSoledad Castillo y Christian Luján

- Hayek: Me estoy volviendo un whig burkeano.

- W. W. Bartley III: ¡Vaya combinación!

-Hayek: Supongo, creo que Burke fue sobre todo whig [...]


 Extracto de entrevista de W. W. Bartley III a Hayek, publicado en Hayek

sobre Hayek. Un diálogo autobiográfico.



"Consideramos que la cooperación entre los liberales y los conservadores resultaría fructífera especialmente en dos aspectos. Primero, en el marco de las organizaciones estudiantiles y ciudadanas, esta alianza puede convocar a un conjunto amplio de personas que no se sienten identificadas con las organizaciones de izquierda que han cobrado relevancia en América Latina en los últimos años, especialmente tras la llamada “marea rosa” o “giro a la izquierda” de principios de este siglo. Y segundo, ambos coincidimos en la crítica al Estado de Bienestar, pues no nos parece adecuado que el Estado sea el principal responsable de la protección social de los ciudadanos."



Introducción


Pese a sus intensas disputas históricas, los liberales y los conservadores actuales comparten espacios políticos en Europa y América Latina. La ampliación del Partido Popular Europeo a partir de los años 90 permitió reunir a demócrata-cristianos, liberales y conservadores en una organización política heterogénea, pero electoralmente exitosa y disciplinada en el voto [1]. En Alemania y Países Bajos, los partidos liberales han integrado gobiernos de coalición con partidos demócrata-cristianos que defienden valores conservadores en el ámbito social. En España, el Partido Popular se presenta como “la casa común donde conviven las familias conservadoras, liberales y democristianas” [2]. Y aunque el funcionamiento de esta convivencia es debatible, queda claro que el partido apunta a un amplio conjunto de líderes, militantes y electores [3]. Personajes como Esperanza Aguirre y Cayetana Álvarez de Toledo ilustran esta diversidad interna y demuestran que existe un espacio, aunque todavía limitado, para las ideas liberales dentro del Partido Popular.


En América Latina, el enfrentamiento entre liberales y conservadores estuvo presente en los primeros años de vida independiente de varios países como Colombia, Bolivia y México.  Pero en la actualidad Javier Milei, el presidente “liberal libertario” de Argentina, fue elegido junto a la vicepresidente Victoria Villarruel, una abogada de ideas conservadoras. Milei, además, asistió a la Conferencia de Acción Política Conservadora en Estados Unidos, donde coincidió con líderes como Donald Trump, Santiago Abascal y Liz Truss. En Chile, la coalición Chile Vamos reúne a dos partidos de derecha tradicional (la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional) y a Evolución Política, un partido integrante de la Internacional Liberal. A pesar de sus desavenencias, esta coalición se mantiene unida y es un actor relevante de la política chilena. Y en Perú, si bien el sistema de partidos es menos estable que en otros países de la región, Avanza País constituye un caso de convivencia entre liberales y conservadores en el mismo grupo parlamentario.   


En este contexto, merece la pena preguntarnos si los estudiantes –y, de manera más amplia, los ciudadanos– que formamos parte de organizaciones liberales y conservadoras podemos colaborar de manera genuina, sin abandonar nuestros espacios particulares de activismo y sin sentir que estamos traicionando nuestras convicciones. Desde el lado liberal, Friedrich von Hayek alertó sobre los riesgos de esta alianza en “Por qué no soy conservador”, un ensayo publicado como parte de su libro Los fundamentos de la libertad en el cual el autor austriaco toma distancia frente a los conservadores debido a que ellos, según su punto de vista, se oponen a las innovaciones e incluso pueden tener tendencias autoritarias en cuestiones de moral y conducta personal. Y desde el lado conservador, Russell Kirk argumentó en su obra The Conservative Mind que aliarse con los liberales puede diluir la esencia del conservadurismo, pues este se basa en principios arraigados en la tradición, la autoridad y la comunidad orgánica, mientras que el liberalismo se enfoca en la libertad individual y el cambio progresivo. Pese a ello, nosotros pensamos que la cooperación entre ambos sectores es viable y puede resultar beneficiosa bajo ciertas condiciones, en el marco de la apertura, la honestidad intelectual y el respeto mutuo. Por ello, luego de presentar de manera separada en qué consisten el liberalismo y el conservadurismo, compartimos nuestra reflexión acerca de cómo podría desarrollarse la colaboración entre ambos. 


Liberalismo: una apuesta por el individuo


En primer lugar, el liberalismo consiste en reconocer el valor de cada individuo y buscar la maximización de su libertad. Este mensaje ha sido expresado de distintas maneras según el autor, el lugar y la época. El politólogo estadounidense Francis Fukuyama [4]definió el liberalismo como aquella doctrina que busca limitar el poder de los Estados mediante el establecimiento de instituciones encargadas de resguardar los derechos individuales. De manera similar, el economista austriaco Friedrich von Hayek [5] afirmó que todo poder debe ser acotado, incluso aquel que proviene del voto de la mayoría, y que el Derecho desempeña un rol fundamental en la preservación de la libertad individual. Y si retrocedemos aún más en el tiempo, encontraremos que John Locke [6], filósofo británico considerado como el padre del liberalismo clásico, defendió un gobierno limitado, controlado por el parlamento y respetuoso de los derechos naturales de los gobernados.


Tenemos, por lo tanto, dos conceptos centrales: el individuo y la libertad. El concepto de individuo se origina en la Modernidad y nos remite a todo aquello que nos singulariza. Si bien desarrollamos nuestra vida en grupos sociales -como familias, empresas, asociaciones, naciones, entre otros- contamos con características y opiniones propias. Nuestro valor y nuestras decisiones no dependen de nuestra pertenencia a dichos grupos [7]. El concepto de libertad, por su parte, continúa siendo objeto de debate. Pero el enfoque más habitual en los entornos liberales actuales corresponde a aquello que Isaiah Berlin [8] llamó “libertad negativa”, es decir, la libertad entendida como ausencia de coacción arbitraria [9]. Por lo tanto, los individuos en una sociedad libre tienen el derecho a desarrollar su vida como deseen, siempre y cuando respeten este mismo derecho a los demás. Al mismo tiempo, la libertad está estrechamente vinculada con la responsabilidad, la capacidad para dimensionar los riesgos y el pensamiento a largo plazo [10]. 


El individualismo y el enfoque de “libertad negativa” están tan enraizados en el pensamiento liberal que forman parte de los seis puntos básicos que los autores estadounidenses Matt Zwolinski y John Tomasi [11] identificaron en su reciente obra sobre el desarrollo del pensamiento liberal y libertario en Europa y Estados Unidos desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días. Los cuatro puntos restantes son la propiedad privada, el escepticismo frente a la autoridad, el libre mercado y el orden espontáneo (entendido como un orden económico y social que emerge de las acciones voluntarias de los individuos, evitando en todo momento la planificación central por parte de las autoridades de un Estado). Pese a las diferencias internas que son naturales en una corriente de pensamiento cuyos adherentes valoran la singularidad y evitan el dogmatismo, estos seis puntos aglutinan a la mayoría de los liberales contemporáneos y conforman el núcleo de sus preferencias en el terreno económico, social y político. 


Conservadurismo: un estilo de vida prudente


En segundo lugar, el conservadurismo consiste en responder a las vicisitudes de la vida de manera prudente, basada en la experiencia y en la tradición. Según Aristóteles en Ética a Nicómaco, la prudencia es aquella virtud que nos permite discernir el término medio entre dos extremos y actuar en consecuencia. Dicha virtud es válida en distintos ámbitos de la vida, entre ellos el terreno político. El conservadurismo político podría resumirse de la siguiente manera: preservar lo bueno, desechar lo malo y adaptar lo nuevo. Es decir, un conservador aboga por rescatar los elementos beneficiosos de un sistema político, depurar lo que resulte perjudicial e incorporar las innovaciones con prudencia y responsabilidad.


Por un lado, el conservadurismo promueve la valoración del ser humano y el respeto de su dignidad. En contraste con el liberalismo que enfatiza la singularidad del individuo, el conservadurismo subraya los beneficios que este obtiene al pertenecer a los grupos sociales y valora especialmente al grupo familiar, pues este es el primer espacio de socialización del ser humano. En palabras del filósofo español Gregorio Luri, la familia es un espacio único en el que somos amados de manera incondicional y de por vida por el simple hecho de haber llegado [12]. Además, es un espacio de cuidado independiente del Estado, al cual otras corrientes políticas identifican y promueven como ente protector por excelencia.  Por otro lado, el concepto de libertad también está presente en el pensamiento conservador y está estrechamente vinculado con la responsabilidad, la disciplina y la habilidad del ser humano para dominar sus pasiones. Pero la libertad no es entendida como un fin en sí mismo, sino como un medio para el florecimiento de los seres humanos en la sociedad. 


Un concepto muy importante dentro del pensamiento conservador es el orden. En este sentido, se entiende al Estado como una institución que ha jugado y continúa jugando un rol fundamental para mantenerlo en la sociedad. El filósofo y parlamentario británico Edmund Burke consideraba que el ser humano era un ser imperfecto cuyas pasiones debían ser frenadas para permitirle vivir adecuadamente en la sociedad [13]. Por ello, argumentó que el gobierno y otras instituciones como la familia, la escuela o la iglesia debían educarlo en el valor de la autodisciplina, y que quienes no aprendan dicha lección debían recibir un castigo por parte de las autoridades. Los conservadores, en este sentido, creen que no puede haber un uso responsable de la libertad sin el poder restrictivo de estas instituciones sociales y del Estado.  


Respecto al mercado, un conservador lo valora porque la experiencia de siglos le ha demostrado que este es útil y eficiente para asignar recursos y riqueza; sin embargo, necesita al mismo tiempo de un Estado que defina reglas claras, proteja la propiedad privada, haga cumplir los contratos y cobre impuestos de manera moderada. Esta posición suele ser caricaturizada de hipócrita o incoherente por algunos críticos del conservadurismo y del liberalismo, ya que se asume que se es liberal en el sentido económico y conservador en el aspecto social. Dentro del paradigma conservador, esto resulta bastante coherente, ya que siguiendo la lógica de la experiencia uno valora el mercado porque la historia coloca a la luz sus virtudes. Así, por ejemplo, la propuesta económica de Adam Smith en La Riqueza de las naciones cobra sentido si es que existe todo el sistema de normas y valores expuesto en La Teoría de los sentimientos morales. 


En síntesis, lo que un conservador prudente haría es buscar el equilibro entre el Estado y el mercado con el objetivo de preservar el bien común. Sin embargo, esto no significa defender el Estado de Bienestar. Muchos conservadores promueven un Estado que proporcione ciertos servicios sociales a la población, pero no con una intención redistributiva o de “justicia social”, sino más bien con una mirada de ayuda a quienes menos poseen para que puedan desarrollarse en el mediano plazo y prosperar. Además, la postura conservadora tampoco culpabiliza a quienes más producen en la sociedad y no busca un cobro excesivo de impuestos hacia ellos. 


Reflexiones finales: una propuesta de colaboración


Empezamos esta reflexión admitiendo que el proceso de elaboración de este artículo nos ha permitido volver a examinar nuestra propia corriente de pensamiento, comprender mejor las ideas del otro, y desmentir algunos mitos que circulan en el entorno estudiantil acerca de los liberales y los conservadores. Así, por un lado, lejos de la imagen que se les atribuye como defensores de una libertad sin límites, muchos liberales son conscientes de la importancia de la responsabilidad y el cumplimiento de las normas sociales. Sería impensable vivir en paz bajo un gobierno limitado sin la responsabilidad que nos lleva a regular nuestra conducta pensando en los demás y en nuestro propio futuro. Por otro lado, muchos conservadores no son enemigos del cambio tecnológico, político o cultural, sino que buscan analizar las innovaciones de manera exhaustiva antes de incorporarlas en su vida cotidiana. Es probable que sean menos arriesgados y más tradicionales que la mayoría de los liberales, pero ello no los convierte en conformistas ni anticuados. 


Entendernos mutuamente no solo nos acerca, sino también nos ayuda a identificar en qué puntos coincidimos y qué argumentos serían los más efectivos para convencer al otro en el marco de la colaboración que proponemos. Consideramos que la cooperación entre los liberales y los conservadores resultaría fructífera especialmente en dos aspectos. Primero, en el marco de las organizaciones estudiantiles y ciudadanas, esta alianza puede convocar a un conjunto amplio de personas que no se sienten identificadas con las organizaciones de izquierda que han cobrado relevancia en América Latina en los últimos años, especialmente tras la llamada “marea rosa” o “giro a la izquierda” de principios de este siglo. Y segundo, ambos coincidimos en la crítica al Estado de Bienestar, pues no nos parece adecuado que el Estado sea el principal responsable de la protección social de los ciudadanos. Por lo tanto, podemos colaborar en la elaboración de una alternativa de gestión de la protección social que no solo sea más afín a nuestras ideas económicas, sino que también sea viable según la experiencia de nuestros países [14]. Esto requerirá un gran esfuerzo de ambas partes y, desde el lado liberal, somos conscientes de que será sumamente difícil involucrar a aquellos sectores más afines al anarcocapitalismo, pero pensamos que merece la pena llevar a cabo dicha tarea y compartir nuestros resultados con la ciudadanía.          


Por otro lado, reconocemos que hay puntos en los cuales las diferencias se mantienen. Por ejemplo, la defensa de la familia tradicional entra en conflicto con las decisiones de algunos individuos que no consideran que dicho modelo sea el más adecuado para sus vidas. Y el liberalismo entendido de manera integral dificulta el apoyo hacia aquellos gobiernos que, aun respetando la libertad económica, usan el poder del Estado para instalar un modelo de vida personal que consideran virtuoso. En estos casos, la convivencia en un partido político que reúne a liberales y conservadores se vuelve más difícil, pues la vida partidaria implica consideraciones de unidad y disciplina que suelen desembocar en enfrentamientos internos [15]. 


Afortunadamente, este problema puede enfocarse de manera distinta en las organizaciones de la sociedad civil, pues no se requiere mantener el mismo estándar de disciplina que corresponde a los partidos políticos. En este sentido, en algunos casos en los que las ventajas de la colaboración sean lo suficientemente prometedoras como para suspender temporalmente nuestras diferencias, podemos ser flexibles y dejarnos persuadir por los argumentos del otro. Pero en aquellos casos en los que estén en juego convicciones muy arraigadas, lo más prudente será entender y aceptar con madurez que es mejor que algunos asuntos queden fuera de la colaboración entre liberales y conservadores. No olvidemos que la independencia de criterio, la tolerancia y la coherencia con nuestras propias ideas también forman parte del sistema político que ambos defendemos.



 

1. Welle, K. “La nueva cara de las derechas en Europa y el conservadurismo del futuro” (Le Grand Continent, 30 de mayo de 2023).

2.  Estatutos Nacionales del Partido Popular (2017), p. 5

3.  Esta ampliación del Partido Popular se le atribuye a José María Aznar, Presidente del Gobierno entre 1996 y 2004. Welle, K. op. cit.

4.  El liberalismo y sus desencantados (2022)

5.  Los fundamentos de la libertad (1960)

6.  Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil (1689)

7.  Este argumento se encuentra desarrollado en La llamada de la tribu de Mario Vargas Llosa (2018).

8.  Dos conceptos de libertad (1958)

9.  Esta definición se encuentra, por ejemplo, en autores correspondientes a la Escuela Austriaca. La definición que subyace al Índice de Libertad Humana (elaborado por Cato Institute y Fraser Institute) también parte de un enfoque de “libertad negativa”. Y esta es, ciertamente, la visión predominante al interior de Estudiantes por la Libertad.

10.  Una excelente exposición del vínculo entre libertad y responsabilidad desde un punto de vista liberal se encuentra en Los fundamentos de la libertad (1960) de Friedrich von Hayek.  

11.  The Individualists (2023)

12.  La imaginación conservadora (2019). 

13.  En este sentido, su mirada antropológica dista tanto del “buen salvaje” de Rousseau como del ser humano cooperativo que plantea Locke.

14.  En el caso español, encontramos algunas propuestas de políticas públicas afines a nuestras ideas económicas en libros como Un país posible: Manual de reformas políticamente viables (2023) coordinado por Toni Roldán, Jorge Galindo, Lucas Gortazar y Teresa Raigada, y Una revolución liberal para España (2014) de Juan Ramón Rallo. Queda como desafío realizar un esfuerzo similar para el caso de Perú y de otros países de América Latina. 

15.  En el Partido Popular, encontramos ejemplos como la oposición de Esperanza Aguirre al recurso presentado contra la ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y el intento de Cayetana Álvarez de Toledo de conseguir mayor autonomía en el voto parlamentario sobre cuestiones como el aborto y la eutanasia. 




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